Diari de tardor
(19)
Andy’s coming
Harry G.
Frankfurt afirma en el seu llibre Sobre
la veritat, que “el nostre
reconeixement i la nostra identitat sorgeix, i depèn íntegrament, de
l'apreciació que tenim d'una realitat que, de manera inexorable, és independent
de nosaltres. (...) En la mesura en que aprenem amb més deteniment com estem
limitats, i quins són els límits de la nostra limitació, arribem a traçar els
nostres propis límits i així, a discernir la nostra forma”.
Una qüestió recorrent des de que els venecians de Murano van
inventar el mirall a mitjans del segle XVI, al saber comprimir una capa de
mercuri entre una làmina de vidre i una altra de metall, és saber si quan
deixem de mirar-nos en ell la nostra imatge continua estant allà. La imatge
física per descomptat que sí, però la simbòlica no, s’esmuny igual que les
joguines de l’Andy, el protagonista de Toy
Story. Tothom que ha vist la pel·lícula sap que les seves joguines tenen vida
pròpia quan ell no hi és, però quan torna, una d’elles que fa de sentinella dona
l’alerta i totes alhora es desplomen a terra com objectes sense vida.
En el post passat
parlava de Sally, del Test de Sally-Anne, i de la capacitat de conèixer la ignorància aliena,
una qüestió fonamental per saber el grau de la nostra pròpia ignorància. Per
això parlava de la Rita Barberà i del Joan Fuster i em preguntava irònicament a
qui li correspon fer el paper de la Sally o de l’Anne.
Tots els rostres
que encapçalen aquestes paraules tenen nom i cognoms, hi ha la Katie, la Millie, el James... ells
han ajudat a deixar clar el mal disseny dels experiments que habitualment s’han
estat fent per esbrinar la facultat dels primats no humans de reconèixer rostres.
Com ens explica Frans
de Waal, sempre s’havien utilitzat rostres humans que els pobres primats no
aconseguien identificar correctament posant en dubte la seva competència. Només
quan van decidir canviar els retrats humans per altres de la seva mateixa
espècia hem pogut saber que els identifiquen amb tanta facilitat com nosaltres
ho fem amb els de casa.
Ara, l’Andy’s coming s’ha convertit en un fenomen
de moda on un grup de persones es posen d’acord en desmaiar-se al crit de Andy’s
coming!!!
El nostre jo simbòlic
fuig del mirall quan no ens mirem, igual que els altres fugen també quan tampoc
els mirem, i aleshores tot s’esvaeix en una boira indefinida on les fronteres s’han
esborrat. Algú ha cridat Andy’s coming!!!, i potser jo m’he desmaiat, o ho faig
veure només, o simplement m’he mort i on ara sóc ningú té nom ni cognoms i els
miralls encara no s’han inventat.
------------------------
Diario de otoño
(19)
Andy’s coming.
Harry G.
Frankfurt afirma en su libro Sobre la
verdad, que "nuestro reconocimiento y nuestra identidad
surge, y depende en su totalidad, de la apreciación que tenemos de una realidad
que, de manera inexorable, es independiente de nosotros. (...) En la medida en
que aprendemos con más detenimiento como estamos limitados, y cuáles son los
límites de nuestra limitación, llegamos a trazar nuestros propios límites y así,
a discernir nuestra forma".
Una cuestión recurrente desde que los venecianos de Murano
inventaron el espejo a mediados del siglo XVI, al saber comprimir una capa de
mercurio entre una lámina de vidrio y otra de metal, es saber si cuando dejamos
de mirarnos en él nuestra imagen continúa estando allí. La imagen física por
supuesto que sí, pero la simbólica no, se desvanece al igual que los juguetes
de Andy, el protagonista de Toy Story.
Todo el mundo que ha visto la película sabe que sus juguetes tienen vida propia
cuando él no está, pero cuando regresa, uno de ellos que hace de centinela da la
alerta y todos a la vez se desploman en el suelo como objetos sin vida.
En el post pasado hablaba de Sally, del Test de Sally-Anne, y de la
capacidad de conocer la ignorancia ajena, una cuestión fundamental para saber el
grado de nuestra propia ignorancia. Por eso hablaba de Rita Barberá y de Joan
Fuster y me preguntaba irónicamente a quién le corresponde hacer el papel de
Sally o de Anne.
Todos los rostros que encabezan estas palabras tienen nombre y apellidos,
vemos a Katie, a Millie, a James ... ellos han ayudado a dejar claro el mal
diseño de los experimentos que habitualmente se han estado haciendo para
averiguar la facultad de los primates no humanos de reconocer rostros. Como nos
explica Frans
de Waal, siempre se habían utilizado rostros humanos que los pobres
primates no lograban identificar correctamente poniendo en duda su competencia.
Sólo cuando decidieron cambiar los retratos humanos por otros de su misma
especie hemos podido saber que los identifican con tanta facilidad como
nosotros lo hacemos con los de casa.
Ahora, Andy’s coming
se ha convertido en un fenómeno de moda donde un grupo de personas se ponen de
acuerdo en desmayarse al grito de Andy’s coming !!!
Nuestro yo simbólico huye del espejo cuando no nos miramos,
al igual que los otros huyen también cuando tampoco los miramos, y entonces
todo se desvanece en una niebla indefinida donde las fronteras se han borrado.
Alguien ha gritado Andy s coming!!!, y tal vez yo me he desmayado, o lo simulo
sólo, o simplemente me he muerto y donde ahora me hallo nadie tiene nombre ni
apellidos y los espejos aún no se han inventado.
2 comentarios:
"...la capacidad conocer la ignorancia ajena, una cuestión fundamental para saber el grado de nuestra propia ignorancia..."
Creo que esta es la frase principal del tema. Y es una frase con carga de profundidad.
Estamos acostumbrados a juzgar el grado de ignorancia según nuestra propia ignorancia.
Quizá se deba a que estamos rodeados de comentaristas "expertos" en todas las materias, que suelen asaltarnos desde la ventana del televisor a dar su visto bueno/malo a todo lo que sucede y a los que hacen que sucedan todo lo que sucede.
Quizá, cuando aprendamos que sólo se juzga desde nuestra capacidad, y que esta es limitada, podamos darnos cuenta de que medimos con una vara que no es la adecuada.
Un abrazo.
Salut
Esta es una de las cuestiones importantes, Miquel, pero hay otra también, que nuestra identidad se forja gracias a los demás, si los ignoramos nuestro yo se desvanece en la niebla indefinida.
Nuestra ignorancia, Miquel, no es culpa de "otros", no busquemos un chivo expiatorio, un cabeza de turco porque eso sería ahondar más en nuestra ignorancia, hurgar en la herida y en la satisfacción pusilánime de nuestra falta de culpa.
La ignorancia no es ni debe ser un eximente. Hay que saber lo que dices al final, que hemos de aprender "que sólo se juzga desde nuestra capacidad, y que esta es limitada, podamos darnos cuenta de que medimos con una vara que no es la adecuada".
Y eso sirve tanto en nuestro ámbito privado como en el político.
Un abrazo igualmente, Miquel. Salut.
Publicar un comentario