Diari d’estiu (17)
L’OVNI.
Un amic, un home
seriós, amb seny i en el que confio m’acaba de dir que fa uns dies va veure un
ovni damunt del mar, en una de les cales que hi ha a prop de Roses mentre es
banyava a la nit. M’ha descrit la visió amb precisió i, efectivament, les seves
paraules parlen d’una cosa estranya al cel, d’un parell de llums blanques que
es movien paral·leles d’una manera molt peculiar i gens convencional, com si
fossin uns focus encesos que giravoltaven a l’uníson, s’aturaven en sec i sortien
disparats com un llampec per amagar-se darrera les muntanyes.
El fet que un bon
amic expliqui una cosa d’aquesta classe, que ha vist un ovni, a un home com jo
que creu en els amics, en els meus amics només, però no pas i no gens en els
ovnis, em situa en un dilema molt difícil de resoldre que afecta a tota una
vida.
En realitat afecta
al final d’una vida,la meva i la d’ells, però aquesta és una distinció
supèrflua perquè una vida és, i només és, el seu final, en ell hi és tot, el començament
i tota la resta, inclòs el que hi va haver abans de l’origen i el que hi haurà
després de la conclusió.
Així doncs, he de
començar a creure en els ovnis o he de pensar, en canvi, que el meu amic ha
perdut el seny?
Aquesta situació fa
temps que es va repetint amb les meves amistats i coneguts. Amb moltes d’elles
aviat celebrarem, per dir-ho matrimonialment i simpàtica, les noces d’or. Però
alhora totes elles van completant un estrany i sinistre collar de perles negres
que porto posat al coll com una argolla, un reguitzell funest d’allò que diu el
meu germà és la vida, una fila de decepcions.
No sóc ningú per
jutjar a ningú, és clar que no, però tot plegat m’amoïna molt i em neguiteja
profundament com ho faria una malaltia greu, un amor que està fracassant i que
no fa més que causar dolor, una infidelitat conjugal, una deslleialtat, o coses
més terribles, un fill estúpid i envejós, uns pares egoistes o una traïció que
fereix per sempre més la confiança.
O també una
vocació professional fracassada que du a la rancúnia i a l’amargor, o una dona
que no t’estima i que t’ignora o una a la que ja no suportes ni aguantes més i
també ignores, o bé un matrimoni que és una pura pantomima o una filla que fuig
de casa com si la casa es cremés i els bombers estiguessin en vaga. Enveges acumulades
durant anys en un pou negre que mai s’ha netejat.
O un pare que
estimava més el gos d’un veí que a la seva esposa i al seu fill.
Sóc massa
exigent?, demano l’impossible als meus amics?, ens visiten d’incògnit éssers intel·ligents
d’altres planetes amb les seves naus il·luminades com si fossin la parada d’una
tómbola en una fira d’estiu?, o les meves amistats amaguen un secret pitjor?,
un fracàs o un triomf rotund en alguna cosa inconfessable que els fa ser uns
cretins? Han estat a l’alçada del que la vida els ha demanat?
Una possibilitat,
però, que conté un grau alt de probabilitats de ser certa és que el cretí i l’envejós
sigui jo i no pas ells, però tot i així em nego a buscar ovnis a canvi de
llàgrimes de Sant Llorenç, perquè ambdues coses, encara que no ho sembli, són
incompatibles, i ho són, si més no, perquè tothom troba només el que busca, i tothom
troba només el que busca perquè, com diu també el meu germà, el caràcter és el
destí.
S’acosten la
tardor i temps difícils on el destí estarà marcat, sens dubte, pel nostre
caràcter, individual i col·lectiu. Pronòstics no se’n poden fer, ningú sap què
passarà, per no saber-ho no ho saben ni els extraterrestres de la nostra fantasia
i necessitat ni aquells que són els nostres veïns, però les persones assenyades
i de bona voluntat sí saben que res, absolutament res, serà com abans.
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Diario de verano (17)
El OVNI.
Un amigo, un hombre serio, juicioso y en el que confío me
acaba de contar que hace unos días vio un ovni sobre el mar, en una de las
calas que hay cerca de Roses mientras se bañaba por la noche. Me ha descrito la
visión con todo detalle y, efectivamente, sus palabras hablan de algo extraño
en el cielo, de un par de luces blancas que se movían paralelas de una manera
muy peculiar y nada convencional, como si fueran unos focos encendidos que
giraban al unísono, se paraban en seco y salían disparados como un relámpago
para esconderse detrás de las montañas.
El hecho de que un buen amigo explique algo de esta clase,
que ha visto un ovni, a un hombre como yo que cree en los amigos, en mis
amigos sólo, pero no y nada en los ovnis, me sitúa en un dilema muy difícil de
resolver que afecta a toda una vida.
En realidad afecta al final de una vida, la mía y la de
ellos, pero esta es una distinción superflua porque una vida es, y sólo es, su
final, en él está todo, el comienzo y lo
demás, incluido lo que hubo antes del origen y lo que habrá después de la
conclusión.
Así pues, ¿tengo que empezar a creer en los ovnis o tengo
que pensar, en cambio, que mi amigo ha perdido el juicio?
Esta situación hace tiempo que se va repitiendo con mis
amistades y conocidos. Con muchas de ellas pronto celebraremos, por decirlo
matrimonial y simpáticamente, las bodas de oro. Pero a la vez todas ellas van
completando un extraño y siniestro collar de perlas negras que llevo puesto en
el cuello como una argolla, una serie funesta de lo que dice mi hermano es la
vida, una fila de decepciones.
No soy nadie para juzgar a nadie, claro que no, pero todo
ello me preocupa mucho y me inquieta profundamente como lo haría una enfermedad
grave, un amor que está fracasando y que no hace más que causar dolor, una
infidelidad conyugal, una deslealtad, o cosas más terribles, un hijo estúpido y
envidioso, unos padres egoístas o una traición que hiere para siempre la
confianza.
O también una vocación profesional fracasada que lleva al
rencor y a la amargura, o una mujer que no te ama y que te ignora o una a la
que ya no soportas ni aguantas más y también ignoras, o bien un matrimonio que
es una pura pantomima o una hija que huye de casa como si la casa se quemara
y los bomberos estuvieran en huelga. Envidias acumuladas durante años en un
pozo negro que nunca se ha limpiado.
O un padre que amaba más el perro de un vecino que a su
esposa y a su hijo.
¿Soy demasiado exigente?, ¿pido lo imposible a mis amigos?, ¿nos
visitan de incógnito seres inteligentes de otros planetas con sus naves iluminadas
como si fueran la caseta de una tómbola en una feria de verano?, ¿o mis amistades
esconden un secreto peor?, ¿un fracaso o un triunfo rotundo en algo
inconfesable que les hace ser unos cretinos? ¿Han estado a la altura de lo que
la vida les ha pedido?
Una posibilidad, sin embargo, que contiene un alto grado de
probabilidades de ser cierta es que el cretino y el envidioso sea yo y no
ellos, pero aún así me niego a buscar ovnis a cambio de lágrimas de San
Lorenzo, porque ambas cosas, aunque no lo parezca, son incompatibles, y lo son,
cuando menos, porque todo el mundo encuentra sólo lo que busca, y todo el mundo
encuentra sólo lo que busca porque, como dice también mi hermano, el carácter
es el destino.
Se acercan el otoño y tiempos difíciles donde el destino
estará marcado, sin duda, por nuestro carácter, individual y colectivo.
Pronósticos no pueden hacerse, nadie sabe qué pasará, por no saberlo no lo
saben ni los extraterrestres de nuestra fantasía y necesidad ni aquellos que
son nuestros vecinos, pero las personas sensatas y de buena voluntad sí saben
que nada, absolutamente nada, será como antes.
2 comentarios:
Mi querido y apreciado Peletero, hace rato que no le escribo, y debido a circunstancias de orden mayor que han mantenido mi vida montada en un ovni, tampoco me he pasado por su casa.
Ahora mis alas parecieran sosegarse y junto a esta mañana lluviosa y llena de cornejas y palomas alborotadas por el mal tiempo, en absoluto reposo y contemplación me siento y lo leo.
Lo leo y disfruto, lo leo y me río, lo leo y pienso.
Porque ud querido mío, siempre atiza y deja pensado.
Y lo primero que me sale es un Ohhhh!!! grandísimo por la suerte que ha tenido su amigo de ver un UFO, OVNI, satélite ruso, yanki, chino, fuego fatuo o lo que sea.
Yo también vi uno en mi tierna adolescencia, y le juro que estaba sin ninguna psicodelia encima, y realizó las mismas piruetas que su amigo describe.
Con decirle que tan grande fue mi emoción que corrí a esa hora de la madrugada a buscar un teléfono público para avisar a los medios de comunicación.
Su relato es triste, no el relato en si, sino sus conclusiones, ese barruntar negro con múltiples asociaciones entre devenires de la vida, demencias, alzheimer incipientes o brotes psicóticos.
Creale a su amigo, no se asuste por él, a mi el UFO me apareció con 17 años, lúcidos y sin trastornos en el horizonte.
Me parece que ud es muy descreído, muy racional y temeroso del misterio inexplicable.
Sí sabemos qué pasará, la realidad y los juegos de póquer de los señores con carnet moverán sus fichas una vez más y nos dejarán con las nalgas destapas y a la intemperie.
Creamos y llamemos pues a los UFOS y roguemos que sean benévolos.
Lo abrazo con el cariño de siempre.
Me alegro de saludarla, querida Inés, la encontraba a faltar, espero que esté bien de salud, usted y su familia.
Efectivamente, soy un descreído, aunque no niego la existencia de Ovnis, Ufos, cosas o seres, volantes o reptantes, no identificados, el mundo está lleno de ellos igual que el cielo lo está de luces y ojos que las buscan.
Como usted ya debe saber Oscar Wilde lo dijo de forma muy brillante cuando afirmó que “sólo las personas superficiales no juzgan por las apariencias, el verdadero misterio del mundo se encuentra en lo visible, no en lo invisible”.
Por esa razón usted es una buena artista visual, si fuera mala o mediocre pintaría de otra manera o se convertiría en profeta de algún dios y fundaría una religión.
Lo malo no es el Ovni que ha visto mi amigo, lo malo son los amigos que se convierten en Ovnis, cambian la piel por escamas y les salen antenas o cuernos en la cabeza. Eso es lo malo, o quizá que a mí me sienta mal la infusión de manzanilla que me tomo por la noche para dormir, no sé, todo puede ser.
Ya hace tiempo que duermo mal, y, para decirlo en plata, no paro de darle vueltas a un hecho que para mí ha sido fundamental en mi vida, es decir, y como la palabra indica, ha edificado mis cimientos. A los sesenta años mi padre se encontraba en su apogeo profesional, optimista y entusiasta, lleno de energías y con ganas de comerse el mundo y recorrerlo trabajando, ¡trabajando!, no de turista.
En cambio, mis amigos sólo albergan un deseo en sus vidas, jubilarse a los sesenta años y hacer de turistas ancianos, retirarse del mundo, tener muchos hobbies, dedicarse a jugar a la petanca y contemplar puestas de sol y avistar, si hay suerte, algún Ovni en el cielo.
Besos también con el mismo cariño que usted siempre me ha demostrado. Es una buena amiga y eso vale más que un Potosí.
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