miércoles, 27 de agosto de 2014

Els misteris de la vida


Diari d’estiu (16)

Els misteris de la vida.

El meu germà diu que la vida, que qualsevol vida, és l’odissea d’una decepció i que el seu desenllaç és la tornada a l’origen.

La calor de l’estiu i les meves llampants sabatilles vermelles em fan pensar que fa més de quaranta anys, durant les meves vacances dels escolapis,  pentinava amb una pinta de ferro que encara conservo, cues de visó mascle al taller del pare mentre veia per la finestra com un batalló d’obrers armats amb les seves corresponents barrinadores hidràuliques intentaven fer miques els ciments de les muralles que hi havia a la Ronda de Sant Antoni al decidir, l’Ajuntament de Barcelona, construir la Línia 2 del Metro de la ciutat. Al final, quan van aconseguir finalitzar les obres, va resultar que s’havien equivocat amb els càlculs arribant a fer uns túnels massa estrets per on no hi podia passar el comboi.

Val a dir que l’obra del metro de la Línia 2 arruïnà el comerç de bona part del carrer que va tardar més de vint anys a recuperar el pols. Ara, malgrat les noves obres de remodelació del magnífic Mercat de Sant Antoni, el comerç prospera, i ho fa gràcies a la immigració familiar del barri, filipina i magrebí, i a l’estranya barreja entre el nou comerç informàtic i el vell de les prostitutes de tota la vida que sempre han adornat la Ronda i amb les que hem crescut moltes generacions. Si se n’anessin les trobaria a faltar, elles van formar part de la meva educació sentimental i del que jo pensava llavors eren els misteris de la vida.

Però val a dir també que les peces de cues de visó americà importades directament dels USA que fèiem a casa eren les millors del mercat a molta distància de totes les altres, bàsicament de les gregues, molt més barates i de molta més baixa qualitat, encara que més comercials.  Les nostres cues de visó, en canvi, eren cares i, efectivament, una petita obra d’art, una delicada composició artesana, una joia que tinc clavada els ulls com, aquesta vegada sí, un veritable misteri de la vida, un retorn a l’origen sense cap decepció.

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Diario de verano (16)

Los misterios de la vida.

Mi hermano dice que la vida, que cualquier vida, es la odisea de una decepción y que su desenlace es el regreso al origen.

El calor del verano y mis llamativas zapatillas rojas me hacen pensar que hace más de cuarenta años, durante mis vacaciones de los escolapios, peinaba con un peine de hierro que aún conservo, colas de visón macho en el taller de mi padre mientras veía por la ventana como un batallón de obreros armados con sus correspondientes taladradoras hidráulicas intentaban hacer añicos los cimientos de las murallas que había en la Ronda de Sant Antoni al decidir el Ayuntamiento de Barcelona construir la Línea 2 del Metro de la ciudad. Al final, cuando lograron finalizar las obras, resultó que se habían equivocado con los cálculos llegando a hacer unos túneles demasiado estrechos por donde no podía pasar el convoy.

Cabe decir que la obra del metro de la Línea 2 arruinó el comercio de buena parte de la calle que tardó más de veinte años en recuperar el pulso. Ahora, a pesar de las nuevas obras de remodelación del magnífico Mercado de Sant Antoni, el comercio prospera, y lo hace gracias a la inmigración familiar del barrio, filipina y magrebí, y la extraña mezcla entre el nuevo comercio informático y el viejo de las prostitutas de toda la vida que siempre han adornado la Ronda y con las que hemos crecido muchas generaciones. Si se fueran las echaría de menos, ellas formaron parte de mi educación sentimental y de lo que yo pensaba entonces eran los misterios de la vida.

Pero hay que decir también que las piezas de colas de visón americano importadas directamente de los USA que hacíamos en casa eran las mejores del mercado a mucha distancia de todas las demás, básicamente de las griegas, mucho más baratas y de mucha más baja calidad, aunque  más comerciales. Nuestras colas de visón, en cambio, eran caras y, efectivamente, una pequeña obra de arte, una delicada composición artesana, una joya que tengo incrustada en los ojos como, esta vez sí, un verdadero misterio de la vida, un retorno al origen sin ninguna decepción.



2 comentarios:

Marga dijo...

Me gustan tus zapas! me gusta ese rojo...

Y creo que tu hermano probablemente tenga razón, como casi todos los hermanos aunque yo a los míos les haga el caso justo, a unos por muertos y a otros por rebeldía... hay cosas que no cambian, como bien dirías tú.

De visones no opino que no entiendo ni me he fijado nunca en ellos como para hacerme una idea. Me parece más acorde con el ser humano lo que cuentas de la construcción de lo túneles pero no consigo atrapar la idea que me vuela por la cabeza con respecto a esa anécdota. Lástima pero ando así, pelín dipersa.

Me disculpe, por favor.

Y un beso de retorno, eso por supuesto!

El peletero dijo...

Cuánto me alegro de volver a reencontrarme con Usted, querida Marga!! Yo todavía estoy de vacaciones, ventajas de ser mi propio empleado y no tener que dar cuentas a nadie. Espero que haya descansado y podido hacer aquello que quería hacer que no era otra cosa que no hacer nada, objetivo, en ocasiones, harto difícil de lograr, casi tanto como conseguir que los túneles tengan el ancho y las dimensiones necesarias para circular por ellos.

Yo también estoy disperso, no crea, el sol y el calor me dejan como si me hubiera fumado un petardo de manzanilla o hierbabuena, esa es una característica mía de la que estoy muy orgulloso igual que la de mi cabezonería e irritabilidad.

Albert habla de la decepción que inexorablemente acontece al final como si el túnel nos hubiera salido estrecho. Esa era la idea y a partir de ella la decepción de las putas de mi calle que en los ojos de un adolescente eran una cosa, un misterio e la vida, y en las de un adulto son otra cosa nada misteriosa.

Pero algo conserva la belleza, la verdad y el misterio, las piezas artesanas de colas macho de visón americano, hechas a mano, con la pericia de nuestros dedos y ojos, buscando tamaños, alturas de pelo, colores y tonalidades, pericia que sólo los años consiguen ofrecerte. La gracia es que mientras yo las peinaba, había que hacerlo, veía esa tropa de obreros tratar de vencer los cimientos de las murallas que se derribaron el siglo XIX para construir la maravilla del Ensanche y que hace trescientos años soportaron los envites del Borbón.

Besos también de reencuentros, que bonitos son, ¿no le parece?