Diari d’estiu (16)
Els misteris de
la vida.
El meu germà diu
que la vida, que qualsevol vida, és l’odissea d’una decepció i que el seu
desenllaç és la tornada a l’origen.
La calor de
l’estiu i les meves llampants sabatilles vermelles em fan pensar que fa més de
quaranta anys, durant les meves vacances dels escolapis, pentinava amb una pinta de ferro que encara
conservo, cues de visó mascle al taller del pare mentre veia per la finestra
com un batalló d’obrers armats amb les seves corresponents barrinadores
hidràuliques intentaven fer miques els ciments de les muralles que hi havia a
la Ronda de Sant Antoni al decidir, l’Ajuntament de Barcelona, construir la
Línia 2 del Metro de la ciutat. Al final, quan van aconseguir finalitzar les
obres, va resultar que s’havien equivocat amb els càlculs arribant a fer uns
túnels massa estrets per on no hi podia passar el comboi.
Val a dir que
l’obra del metro de la Línia 2 arruïnà el comerç de bona part del carrer que va
tardar més de vint anys a recuperar el pols. Ara, malgrat les noves obres de
remodelació del magnífic Mercat de Sant Antoni, el comerç prospera, i ho fa
gràcies a la immigració familiar del barri, filipina i magrebí, i a l’estranya
barreja entre el nou comerç informàtic i el vell de les prostitutes de tota la
vida que sempre han adornat la Ronda i amb les que hem crescut moltes
generacions. Si se n’anessin les trobaria a faltar, elles van formar part de la
meva educació sentimental i del que jo pensava llavors eren els misteris de la
vida.
Però val a dir
també que les peces de cues de visó americà importades directament dels USA que
fèiem a casa eren les millors del mercat a molta distància de totes les altres,
bàsicament de les gregues, molt més barates i de molta més baixa qualitat,
encara que més comercials. Les nostres
cues de visó, en canvi, eren cares i, efectivament, una petita obra d’art, una delicada
composició artesana, una joia que tinc clavada els ulls com, aquesta vegada sí,
un veritable misteri de la vida, un retorn a l’origen sense cap decepció.
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Diario de verano (16)
Los misterios de la vida.
Mi hermano dice que la vida, que cualquier vida, es la
odisea de una decepción y que su desenlace es el regreso al origen.
El calor del verano y mis llamativas zapatillas rojas me
hacen pensar que hace más de cuarenta años, durante mis vacaciones de los
escolapios, peinaba con un peine de hierro que aún conservo, colas de visón
macho en el taller de mi padre mientras veía por la ventana como un batallón de
obreros armados con sus correspondientes taladradoras hidráulicas intentaban
hacer añicos los cimientos de las murallas que había en la Ronda de Sant Antoni
al decidir el Ayuntamiento de Barcelona construir la Línea 2 del Metro de la ciudad.
Al final, cuando lograron finalizar las obras, resultó que se habían equivocado
con los cálculos llegando a hacer unos túneles demasiado estrechos por donde no
podía pasar el convoy.
Cabe decir que la obra del metro de la Línea 2 arruinó el
comercio de buena parte de la calle que tardó más de veinte años en recuperar
el pulso. Ahora, a pesar de las nuevas obras de remodelación del magnífico
Mercado de Sant Antoni, el comercio prospera, y lo hace gracias a la
inmigración familiar del barrio, filipina y magrebí, y la extraña mezcla entre
el nuevo comercio informático y el viejo de las prostitutas de toda la vida que
siempre han adornado la Ronda y con las que hemos crecido muchas generaciones.
Si se fueran las echaría de menos, ellas formaron parte de mi educación sentimental
y de lo que yo pensaba entonces eran los misterios de la vida.
Pero hay que decir también que las piezas de colas de visón
americano importadas directamente de los USA que hacíamos en casa eran las
mejores del mercado a mucha distancia de todas las demás, básicamente de las
griegas, mucho más baratas y de mucha más baja calidad, aunque más comerciales. Nuestras colas de visón, en
cambio, eran caras y, efectivamente, una pequeña obra de arte, una delicada composición
artesana, una joya que tengo incrustada en los ojos como, esta vez sí, un
verdadero misterio de la vida, un retorno al origen sin ninguna decepción.
2 comentarios:
Me gustan tus zapas! me gusta ese rojo...
Y creo que tu hermano probablemente tenga razón, como casi todos los hermanos aunque yo a los míos les haga el caso justo, a unos por muertos y a otros por rebeldía... hay cosas que no cambian, como bien dirías tú.
De visones no opino que no entiendo ni me he fijado nunca en ellos como para hacerme una idea. Me parece más acorde con el ser humano lo que cuentas de la construcción de lo túneles pero no consigo atrapar la idea que me vuela por la cabeza con respecto a esa anécdota. Lástima pero ando así, pelín dipersa.
Me disculpe, por favor.
Y un beso de retorno, eso por supuesto!
Cuánto me alegro de volver a reencontrarme con Usted, querida Marga!! Yo todavía estoy de vacaciones, ventajas de ser mi propio empleado y no tener que dar cuentas a nadie. Espero que haya descansado y podido hacer aquello que quería hacer que no era otra cosa que no hacer nada, objetivo, en ocasiones, harto difícil de lograr, casi tanto como conseguir que los túneles tengan el ancho y las dimensiones necesarias para circular por ellos.
Yo también estoy disperso, no crea, el sol y el calor me dejan como si me hubiera fumado un petardo de manzanilla o hierbabuena, esa es una característica mía de la que estoy muy orgulloso igual que la de mi cabezonería e irritabilidad.
Albert habla de la decepción que inexorablemente acontece al final como si el túnel nos hubiera salido estrecho. Esa era la idea y a partir de ella la decepción de las putas de mi calle que en los ojos de un adolescente eran una cosa, un misterio e la vida, y en las de un adulto son otra cosa nada misteriosa.
Pero algo conserva la belleza, la verdad y el misterio, las piezas artesanas de colas macho de visón americano, hechas a mano, con la pericia de nuestros dedos y ojos, buscando tamaños, alturas de pelo, colores y tonalidades, pericia que sólo los años consiguen ofrecerte. La gracia es que mientras yo las peinaba, había que hacerlo, veía esa tropa de obreros tratar de vencer los cimientos de las murallas que se derribaron el siglo XIX para construir la maravilla del Ensanche y que hace trescientos años soportaron los envites del Borbón.
Besos también de reencuentros, que bonitos son, ¿no le parece?
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