Diari de
primavera (14)
El nínxol
No posseeixo res
excepte la roba que porto, una part petita de les cendres, que guardo en una
urna metàl·lica de color blau, de la QK, la meva xicota, i unes quantes
fotografies de la família i amics.
No sóc propietari
de cap pis ni casa, de cap cotxe, bicicleta o patinet, no tinc accions
d’empreses, grans o petites, ni Bons del Regne
d’Espanya ni de cap altre Estat, Monarquia o República, popular, democràtica o bananera,
ni trafico tampoc amb res il·legal; visc totalment al dia i l’única preocupació
econòmica que m’assalta quan les vendes baixen a la meva botiga és la de no
poder pagar les despeses, el lloguer de casa, la llum, el gas... No tinc deutes
pendents ni cap crèdit al consum a mig amortitzar ni, molt menys,
hipoteques o pòlisses per finançar el líquid circulant de la meva botiga,
m’autofinanço amb l’aire que respiro, sóc un globus aerostàtic al que no li cal
llançar llast per enlairar-se, que no té rèmores excepte les dels records i les
dels afectes que, ben pensat, no ho són pas, tot el contrari. Demà, si em donés
la gana, me’n podria anar, per terra, mar o aire, a viure a les antípodes carregat
únicament amb una maleteta més petita que la de Charlot al que li cabia tot en
un petit mocador de fer farcells. Me’n podria anar si volgués a Australia, a
esquilar ovelles, o a Somàlia per enamorar-me d’alguna de les seves deesses de
banús.
És a dir, ningú,
si fos el cas que no ho és, em pot embargar res excepte aquesta roba de la que
parlava al principi, una roba on la goma dels calçotets ja comença a donar-se i
a estar fluixa. Pot haver alguna cosa més trista que uns calçotets amb la goma flàccida?
No, és impossible.
Però... l,altre
dia em va assaltar un dubte greu. En realitat sí tinc una propietat ara que ho
recordo!!, un nínxol al Cementiri de Montjuic on hi ha enterrats la iaia
Rossita i els pares. Si un dia Hisenda
es tornés boja, cosa que molt fàcilment pot passar, i considerés que, perquè sí
o perquè no, li dec uns quants milions d’euros em podria perfectament embargar la
meva única propietat, el nínxol amb els ossos de la iaia i els papes i
desnonar-los.
Sóc un patidor de
mena, ja m’ho deia la QK, eres un agonías.
Per sortir de
dubtes i d’angoixes li vaig preguntar a l’EV, el meu advocat i amic, la passada
nit que ens vam dedicar, mentre preníem la fresca, a beure cerveses i a mirar a
les noies passar des d’una terrassa d’un bar de la Ronda de Sant Antoni. Em va
respondre que no m’amoïnés, que els nínxols no són embargables perquè no són
pas una propietat, són només una concessió de l’Ajuntament de la que en pots
fer us mentre vagis pagant la quota anual.
I què passa si no
pagues? Passats uns anys, no recordo quants em va dir perquè ja anàvem per la
cinquena o sisena cervesa, l’Ajuntament dona de baixa la concessió, buida el nínxol i diposita les
despulles que hi pugui haver a la fossa comuna, treu la làpida i li passa la
concessió a algú altre que també tingui morts per enterrar i que pensi que
socarrimar-los en un forn és un costum o massa modern o massa antic.
És a dir, tard o
d’hora, aquest serà el meu final i el de l’Albert, el meu germà, el de la iaia
Rossita i els dels papes: un cop tots morts ningú pagarà la quota anual i
passarem a formar part d’una fossa comuna, com si fóssim en una gran festa multitudinària
com la de la Primavera sound que aquests dies es celebra a Barcelona, barrejats
sense ordre ni concert amb tot d’estranys que ni conec ni he saludat mai i que,
com passava quan eren vius, no se n’hauran adonat encara que ja són morts i
que, segurament també, em parlaran de tu
en lloc de fer-ho de vostè.
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Diario de primavera (14)
El nicho
No poseo nada excepto la ropa que llevo, una parte pequeña
de las cenizas de QK, mi novia, que guardo en una urna metálica de color azul, y
unas cuantas fotografías de la familia y amigos.
No soy dueño de ningún piso ni casa, de ningún coche,
bicicleta o patinete, no tengo acciones de empresas, grandes o pequeñas, ni Bonos
del Reino de España ni de ningún otro Estado, Monarquía o República, popular,
democrática o bananera, ni trafico tampoco con nada ilegal; vivo totalmente al
día y la única preocupación económica que me asalta cuando las ventas bajan en
mi tienda es la de no poder pagar los gastos, el alquiler de casa, la luz, el
gas… No tengo deudas pendientes ni ningún crédito al consumo a medio
amortizar ni, mucho menos, hipotecas o pólizas para financiar el líquido
circulante de mi tienda, me autofinancio con el aire que respiro, soy un globo
aerostático al que no le hace falta lanzar lastre para despegar, que no tiene
rémoras excepto las de los recuerdos y las de los afectos que, bien pensado, no
lo son, todo lo contrario. Mañana, si me diera la gana, me podría ir, por
tierra, mar o aire, a vivir a las antípodas cargado únicamente con una maletita
más pequeña que la de Charlot al que le cabía todo en un pequeño pañuelo de
fardos. Me podría ir si quisiera a Australia, a esquilar ovejas, o a Somalia para
enamorarme de alguna de sus diosas de ébano.
Es decir, nadie, si fuera el caso que no lo es, me puede
embargar nada excepto esa ropa de la que hablaba al principio, una ropa donde
la goma de los calzoncillos ya empieza a ceder, a estar floja. ¿Puede haber
algo más triste que unos calzoncillos con la goma flácida? No, es imposible.
Pero... el, otro día me asaltó una duda grave. ¡En realidad
sí tengo una propiedad ahora que lo recuerdo! Un nicho en el Cementerio de
Montjuic donde están enterrados la abuela Rosita y mis padres. Si un día
Hacienda se volviera loca, cosa que muy fácilmente puede pasar, y considerara
que, porque sí o porque no, le debo unos cuantos millones de euros podría
perfectamente embargar mi única propiedad, el nicho con los huesos de mi abuela
y mis padres y desahuciar-los.
Soy un sufridor de toda la vida, ya me lo decía QK, eres un agonías.
Para salir de dudas y de angustias le pregunté a EV, mi
abogado y amigo, la pasada noche que nos dedicamos, mientras tomábamos el
fresco, a beber cervezas y a mirar a las chicas pasar desde una terraza de un
bar de la Ronda de San Antonio. Me respondió que no me preocupara, que los
nichos no son embargables porque no son una propiedad, son sólo una concesión
del Ayuntamiento de la que puedes hacer uso mientras vayas pagando la cuota
anual.
¿Y qué pasa si no pagas? Pasados unos años, no recuerdo
cuántos me dijo porque ya íbamos por la quinta o sexta cerveza, el Ayuntamiento
da de baja la concesión, vacía el nicho y deposita los restos que pueda haber
en la fosa común, saca la lápida y le pasa la concesión a otro que también tenga
muertos por enterrar y que piense que chamuscarlos en un horno es una costumbre
o demasiado moderna o demasiado antigua.
Es decir, tarde o temprano, este será mi final y el de
Albert, mi hermano, el de la abuela Rosita y el de mis padres: una vez todos
muertos nadie pagará la cuota anual y pasaremos a formar parte de una fosa
común, como si estuviéramos en una gran fiesta multitudinaria como la de la Primavera
sound que estos días se celebra en Barcelona, mezclados sin orden ni
concierto con extraños que ni conozco ni he saludado nunca y que, como
ocurría cuando estaban vivos, no se habrán dado cuenta todavía de que ya están
muertos y que, seguramente también, me hablarán de tu en lugar de hacerlo de
usted.
2 comentarios:
Yo cada vez con menos tiempo y usted cada día más "hablador"... no hay derecho! paso y veo todas sus letras esparcidas y entonces a borbotones pero no, así no es manera de leer a nadie, menos a usted.
Y hoy me hace gracia. Yo tengo cada vez menos o lo tengo de manera que es complicado ser embargada, todo entre todos, al menos mis posesiones.
Y mi única posesión digamos terrenal es un panteón (sí, sí, palabrita, con estatuas y esas cosas en un cementerio noble de Madrid, herencia de mi padre y a su vez de sus antepasados, que fue lo único tras la Guerra y sus desgarres) donde anda enterrado mi padre y sus antepasados porque el resto de mis muertos quiso volar y confundir cenizas.
Pero yo ahí nanay, si me dejan quiero ser devorada por las fieras y la noche pero no hay permisos, me dicen, así que me conformaré no sé si con el formol y los estudiantes. O la ceniza de nuevo.
Y lo de su fosa común me gusta, no crea, colectivizar los huesos ya que no pudimos colectivizar la vida (ya, ya, me sale la vena anarquista, cachis).
En fin, vaya par, usted y yo, digo, con nuestros muertos a cuestas y la familiaridad de la tierra o la ceniza.
Besos vivos y vivaces, eso sí.
Muchas gracias por sus palabras, querida Marga, siempre es bonito y de agradecer que a uno le digan que deben leerlo con atención.
No crea, yo también estoy muy atareado, para escribir le robo horas al sueño y a los domingos, que entre barrer, limpiar, poner lavadoras y tender la ropa, odio planchar, se me va volando y sin darme cuenta. Es lo que tiene ser un chico independiente y cuidadoso, el polvo (en el buen sentido de la palabra) no tiene piedad, siempre regresa y se instala de nuevo allí, de donde lo habías quitado la semana pasada y la otra y la anterior a la otra, que fue también anterior a la semana de hace quinces días que estuvo después de una que vino más tarde de otra anterior a otra.
En fin, ya sabe de lo qué le hablo.
Yo ya imaginaba que usted venía de una familia con posibles y rancio abolengo y no me he equivocado, ese panteón me lo confirma
Los bienes compartidos también se pueden embargar, son un engorro para el embargador, pero los embargan igual. Lo único que no se puede embargar es lo que no tienes.
Yo no daría el cuerpo a la ciencia, en el próximo post se lo cuento.
Besos y gracias.
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