Diari de
primavera (8)
La pluja.
Una parella
d’asos i de vuits, de trèvols i de piques, fan al pòquer el que es coneix com La mà
del mort, aquesta era la jugada que tenia sobre la taula Wild Bill
Hickok el 2 d’agost de 1876 a Deadwood, “Fusta morta”, al territori de Dakota quan el van matar d’un tret al
cap. Trec a col·lació aquest fet
únicament per la fotografia que he triat per encapçalar el post d’avui, un
retrat seu on ens presenta una estampa poderosa de veritable salvatge que
sempre m’ha captivat, sóc un enamorat dels homes amb cabelleres llargues i
bigotis grans adornats amb llaços al coll.
Ara tothom escriu
i fa fotografies amb els smartphones, jo també, fotografio
arbres, camins, finestres, ocells atropellats i sargantanes mortes de mort
natural, fa uns mesos també fotografiava a la meva novia des de tots els seus
perfils, ara ja no.
Avui en dia es
fotografia qualsevol cosa, però gairebé ningú fa retrats fora de les selfies
banals que no són exactament uns retrats. El retrat és tot un gènere, un dels
gran gèneres per no dir l’únic gènere de l’art. Abans que les selfies
es fessin populars jo em fotografiava a mi mateix amb una càmera digital normal
a dins de l’ascensor, hi havia una llum especial amb tant de metall i miralls
pels quatre costats, era com estar a dins d’un flash fotogràfic.
Una amiga em diu
que s’està fent vella i que haurà d’anar al mercat negre per aconseguir una
pistola i fotre’s un tret. Li he contestat que no està envellint, que només
acumula anys, però que en lloc d’una pistola li recomano un revòlver perquè no
s’espatllen ni s’entrebanquen, seria grotesc que en el moment culminant de
rebentar-te el cap no sortís la bala pel canó, una situació, certament, per
morir-se de riure, que és una altra manera, com és obvi, de morir-se també,
però cal, en record dels homes salvatges i la seva elegant ferocitat estoica,
evitar el ridícul i assegurar el tret o l'acudit.
Estic pensant que
els cocodrils, com tothom, després de pair un bon àpat evacuen i descarreguen i
si el meu continua durant un temps més al sostre de casa significa que aviat
plourà merda.
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Diario de primavera (8)
La lluvia.
Una pareja de ases y de ochos, de tréboles y de picas, hacen
en el póquer lo que se conoce como La mano del muerto, esta era la jugada
que tenía sobre la mesa Wild Bill Hickok el 2 de agosto de 1876 en Deadwood,
"Madera muerta", en el
territorio de Dakota cuando lo mataron de un tiro en la cabeza. Saco a colación
este hecho únicamente por la fotografía que he elegido para encabezar el post
de hoy, un retrato suyo donde nos presenta una estampa poderosa de verdadero
salvaje que siempre me ha cautivado, soy un enamorado de los hombres con cabelleras
largas y bigotes grandes adornados con lazos al cuello.
Ahora todo el mundo escribe y hace fotografías con los
smartphones, yo también, fotografío árboles, caminos, ventanas,
pájaros atropellados y lagartijas muertas de muerte natural, hace unos meses
también fotografiaba a mi novia desde todos sus perfiles, ahora ya no.
Hoy en día se fotografía cualquier cosa, pero casi nadie
hace retratos fuera de las selfies banales que no son
exactamente unos retratos. El retrato es todo un género, uno de los grandes
géneros por no decir el único género del arte. Antes de que las selfies
se hicieran populares me fotografiaba a mí mismo con una cámara digital normal
dentro del ascensor, había una luz especial con tanto metal y espejos por los
cuatro costados, era como estar dentro de un flash fotográfico.
Una amiga me dice que se está haciendo vieja y que tendrá
que ir al mercado negro para conseguir una pistola y pegarse un tiro. Le he
contestado que no está envejeciendo, que sólo acumula años, pero que en lugar
de una pistola le recomiendo un revólver porque no se encasquillan, sería grotesco
que en el momento culminante de reventar tu cabeza no saliera la bala por el
cañón, una situación, ciertamente, para morirse de risa, que es otra manera,
como es obvio, de morirse también, pero hay que, en recuerdo de los hombres
salvajes y su elegante ferocidad estoica, evitar el ridículo y asegurar el
disparo o el chiste.
Estoy pensando que los cocodrilos, como todo el mundo,
después de digerir una buena comida evacuan y descargan y si el mío continúa durante
un tiempo más en el techo de casa significa que pronto lloverá mierda.
2 comentarios:
Ud tiene razón apreciado Peletero, los revólveres tiene esa virtud de no encasquillarse, cosa que las pistolas a pesar de cargar más balas y ser más rápidas, más de una vez hacen la puñeta, como dicen por estas tierras.
Pero se ha olvidado un detalle al darle el consejo a su amiga, si quiere no fallar el tiro y evitar que le tiemble la mano, deberá limar el tambor, para que su recorrido sea menor y menos duro al apretar el gatillo.
Lo más probable que ese pendenciero de la foto que Ud ha colgado sabía muy bien estas artes.
Por cierto y en eso también tiene razón, el retratado es muy atractivo, esa cabellera y bigotes imprimen al rostro un carácter tremendo, y tanto que hace desfallecer a hombres y mujeres.
Retratos eran lo de antes, y no esas chuminadas actuales, sí señor!
Gracias por la noble foto, la desconocía totalmente!
Saludos cordiales, sin balas en la recámara.
Para pegarse un tiro y no hacer el ridículo sólo se necesita una bala, así que no es importante que el arma cargue muchas balas o que dispare rápido. En este sentido casi le recomendaría las pistolas antiguas que se cargaban por el cañón con un solo cartucho, pero el pedestal que provocaba la chispa a la pólvora en ocasiones provocaba explosiones no deseadas, reventándote un dedo en lugar de los sesos.
Para estos menesteres, creo que un 9 corto es un calibre muy adecuado, de cañón corto que no es necesario recortar como usted aconseja, un revolver casi de “señoritas”, que se puede llevar en cualquier sitio y a la mínima depresión o bache de ánimo servir como lo haría una cápsula de cianuro que bien se puede substituir por unas deliciosas setas venenosas.
En realidad el veneno es lo mejor, rápido y limpio, no ensucia la casa llenándola de sangre y restos minúsculos de cráneo y sesos esparcidos por doquier que hay que ir recogiendo luego con la cucharita del café. En esa casa, como se puede imaginar, ya nadie nunca más tomará café y, que quiere que le diga, nadie tiene tampoco ningún derecho a obligar a los demás a prescindir de tan buena bebida.
Besos como a usted le parezcan bien que se los dé.
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