miércoles, 7 de mayo de 2014

El viatge


Diari de primavera (7)

El viatge.

La tradició diu que quan se t’instal·la un cocodril al sostre del rebedor de casa és per quedar-se una bona temporada. Potser sí, el cas, però, es que penso que els cocodrils, com qualsevol altre animal, tenen una certa propensió a la quietud botànica que els malpensats interpreten com a mandra o simple ganduleria. No ho sé pas dir ni sé què dimonis fa al sostre, no moure un muscle és tan difícil com tenir la ment en blanc, això sí, fins ara no he trobat a faltar res de la nevera, el que significa que o no té pas gana o està paint un àpat anterior i fent la migdiada.

Avui he rebut a la filla d’una amiga que em duia un paquet de la seva mare aprofitant que venia a Barcelona a passar, amb el seu marit i el seu nen petit, el pont de l’u de maig. Per a la ocasió m’he posat una camisa negra i corbata, la meva corbata de cuiro, negre també, que jo mateix amb vaig fer, i una armilla de seda amb motius navajos. M’he calçat les meves botes camperes, els meus millors texans que em va comprar la QK, m’he deslligat la cua de cavall i m’he pentinat el bigoti. Crec que tenia un aspecte elegant, interessant i salvatge alhora, però, també és cert, que em pot haver confós amb en Búfalo Bill. Sóc un presumit, ho he de reconèixer.

Sí, és cert, sóc un presumit que sempre ha volgut tenir un maletí de cocodril per honorà a la meva mare que era marroquinera. D’ella encara conservo una bossa preciosa feta amb la pell d’aquest animal. La guardo al costat de la petita urna que em vaig endur amb una part de les cendres de la QK quan la vam incinerar el gener passat. Ja sé que pot semblar d’un humor dubtós, però no puc evitar preguntar-me quina part d’ella es troba a l’urna o si bé hi ha una mica de tot. Recordo una escena d’una pel·lícula, crec que era en El gran Lebowski del Joel Cohen, on uns familiars llençaven des d’un penya segat i amb cara severa les cendres d’un seu difunt al mar, però, de cop i volta i d’imprevist, la meteorologia els hi canvia, el vent gira, els hi fa front i els enfarina de gris cendra i de cap a peus a tots els familiars i amics que assistien a l’acte, deixant-los amb una cara de sorpresa, de pertorbació i d’inconveniència ridícula en total desacord amb l’esdeveniment que estaven vivint, greu, solemne i molt emotiu, un succés que es transforma de sobte, com un mitjó girat de l’inrevés, en un altre d’indubtablement còmic i amb el que tota la sala del cinema va riure amb ganes.

Espero que la QK em perdoni aquests comentaris d’humor negre, o millor, que rigui amb mi des d’on sigui que està. Segur que ho farà.

El cocodril del sostre no riu ni plora i no sembla pas que respiri, però jo sé que es viu perquè si paro l’orella noto una remor somorta com de budells treballant, ja dic, està fent la digestió. És curiós, fa dies que no sento als veïns del pis de dalt, se’n deuen haver anat de viatge.

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Diario de primavera (7)

El viaje.

La tradición dice que cuando se te instala un cocodrilo en el techo del recibidor de casa es para quedarse una buena temporada. Quizá, el caso es que pienso que los cocodrilos, como cualquier otro animal, tienen una cierta propensión a la quietud botánica que los malpensados ​​interpretan como molicie o simple pereza. No sé decir ni sé qué demonios hace en el techo, no mover un músculo es tan difícil como tener la mente en blanco, eso sí, hasta ahora no he echado de menos nada de la nevera, lo que significa que o no tiene hambre o está digiriendo una comida anterior y haciendo la siesta.

Hoy he recibido a la hija de una amiga que me traía un paquete de su madre aprovechando que venía a Barcelona a pasar, con su marido y su niño pequeño, el puente del uno de mayo. Para la ocasión me he puesto una camisa negra y corbata, mi corbata de cuero, negro también, que yo mismo me hice, y una armilla de seda con motivos navajos. Me he calzado mis botas camperas, mis mejores vaqueros que me compró QK, me he desatado la cola de caballo y me he peinado el bigote. Creo que tenía un aspecto elegante, interesante y salvaje al mismo tiempo, sin embargo, también es cierto, que me puede haber confundido con Búfalo Bill. Soy un presumido, debo reconocerlo.

Sí, es cierto, soy un presumido que siempre ha querido tener un maletín de cocodrilo para honrar a mi madre que era marroquinera. De ella todavía conservo un bolso precioso hecho con la piel de este animal. Lo guardo junto a la pequeña urna que me llevé con una parte de las cenizas de QK cuando la hicimos incinerar el pasado enero. Ya sé que puede parecer de un humor dudoso, pero no puedo evitar preguntarme qué parte de ella se encuentra en la urna o si bien hay un poco de todo. Recuerdo una escena de una película, creo que era en El gran Lebowski de Joel Cohen, donde unos familiares lanzaban desde un acantilado y con cara severa las cenizas de un difunto al mar, pero, de repente y de imprevisto, la meteorología les cambia, el viento gira, les hace frente y enharina de gris ceniza y de pies a cabeza a todos los familiares y amigos que asistían al acto, dejándolos con una cara de sorpresa, de perturbación y de inconveniencia ridícula en total desacuerdo con el evento que estaban viviendo, grave, solemne y muy emotivo, un suceso que se transforma de repente, como un calcetín girado del revés, en otro de indudablemente cómico y con el que toda la sala del cine se rió con ganas.

Espero que QK me perdone estos comentarios de humor negro, o mejor, que ría conmigo desde donde sea que está. Seguro que lo hará.

El cocodrilo del techo no ríe ni llora y no parece que respire, pero yo sé que está vivo porque si escucho con atención noto un ruido mortecino como de tripas trabajando, ya digo, está haciendo la digestión. Es curioso, hace días que no oigo a los vecinos del piso de arriba, se habrán ido de viaje.

4 comentarios:

Marga dijo...

Jajaja y a mí que me encanta tu humor, no sé si negro, eso dicen, ya sabes que reivindico el humor, sobre todo el que se enfrenta a la muerte y a la vida: mejor mirarlas cara a cara, sin arrogancia, qué sentido tendría?,pero sí de tú a tú y en un plano de igualdad y humildad. Algo así sería. No crees?

Palabrita que cuando esparcimos las cenizas de mi madre en unos de los parajes preferidos por ella nos sucedió eso mismo. Y palabrita que acabamos muertos de risa porque quien más quien menos acabó "tragando" parte de la señora Ángela (mientras las esparciamos estábamos gritando esos versos de Quevedo de cenizas y polvo enamorado, asi que imagina, la boca abierta casi todos, jajaja). Sigue siendo una de nuestras anécdotas preferidas ante la estupefacción de algunos extraños, puritanos de las formas que no entienden que la pena y la risa pueden ir de la mano en un perfecto equilibrio de fuerzas.

En fin, que me lío, que me pasaba a decirte que estoy mas liada que la pata de un romano (por qué las patas de los romanos estaban siempre liadas?) y que te leo aunque no pueda contestar todas tus alusiones por falta de tiempo.

Y no por falta de ganas, cachis!

Un beso a la romana

El peletero dijo...

Me alegro que se ría usted conmigo y que le guste mi humor. Claro que sí, la tristeza no está reñida con la risa, en absoluto, al menos con una clase de risa como esta de la que hablamos, una risa catártica y sanadora.

Me parece que esta anécdota que yo menciono y que ustedes vivieron en su propia piel y vestimenta recitando a Quevedo al despedir a su madre, ya forma parte del patrimonio cultural mundial, o, al menos, debería formar parte como la jota española, la sardana, las sevillanas o el chotis, y en algún lugar del mundo se habría de levantar alguna especie de monumento o monolito que honrase el hecho.

Las piernas de los romanos, creo, estaban liadas por las sandalias que llevaban, llenas de tiras que enrollaban en sus piernas. Hay que tener en cuenta que estar más liado que un romano no es exactamente lo mismo que estar liado con más de un romano, cosa, que sin ofender a nadie, no aconsejo en absoluto (sirve igual para las diferentes combinaciones masculino-femenino y viceversa o no).

Sin humor no vale la pena nada, ¿no le parece?

Besos en los pies.

Inés González dijo...

Sabe apreciado Peletero, es bueno ser presumido, ese afecto, ese alago personal, esa autoestima en alza, y sentirse guapo y gustarse.
Y mire hasta dónde que nos cuenta cómo se arregla para recibir a los invitados, con sus mejores galas y afeites, esos sí que son detalles delicados y exquisitos!
Espero que esa personas que Ud recibió hayan reparado en esos detalles, ya que hay mucho ciego por ahí...que ni siquiera se fijan en cómo brilla hoy el sol.
A mi esas cosas no se me escapan, será deformación profesional, y tanto! en cinco segundos puedo hacer un barrido con la mirada y saber cómo va la gente vestida, qué colores y hasta qué olores desprenden. Una pupila y pituitaria entrenada...
Su novia reirá agradecida, nunca se enojaría por estas cosas que dice, personalmente pienso que no hay mejor duelo que la luz, el humor, los recuerdos bellos.
Hoy las circunstancia de esta vida me traen duelos viejos, dolorosos, sordos, me acorralan y golpean, sin embargo un mecanismo de compensación me lleva por primera vez en muchos años a tener deseos de volver, volver a suturar esos duelos, sé que Ud me entiende.
Los muertos quieren la luz, no quieren vivir en la oscuridad.

Saludos sin cenizas ni calaveras.

El peletero dijo...

Sí, querida Inés, es bueno serlo, en casa todos lo hemos sido, mi padre, mi madre y Albert. Mis padres venían de familias humildes, él campesino de la Plana d’Urgell y ella de la clase media baja barcelonesa y de una saga de croupiers, pero siempre salían de casa pulcros y con un detalle que los distinguía, un pañuelo en el bolsillo del traje, guantes de cuero y un buen sombrero él, algo ladeado, con una corbata bien elegida o unos puños blancos de encaje ella confeccionados por su madre, mi abuela Rosita, que hacían juego con sus zapatos, sus calcetines y sus guantes blancos también que daban el contrapunto suave a su vestido azul celeste que le marcaba discretamente la figura, la de una mujer tan guapa y atractiva como dulce y tierna.

Una de las cosas que hizo que me enamorase de QK, mi novia, es que era también una mujer presumida y pulcra a la vez, moderna y atrevida, tenía muy buen gusto y su casa era una preciosidad, otra casita del árbol, llena de vida. Me gustaba tanto ella que me daba igual mirarla vestida como mirarla desnuda.

Besos presumidos.