Diari d’estiu. (4)
No es pot enganyar a un home honest
“Un home bo és difícil de trobar”
és, naturalment, una afirmació retòrica per explicar que a sota les pedres
s’amaguen escarabats afamats i porucs.
Flannery O’Connor és una escriptora nord-americana del
sud del Estats Units on la realitat sembla
que estigui construïda a mitges per la calma del temps i el deliri de l’instant,
per una quietud que no pot ocultar ni la histèria ni la violència, ni tampoc
l’humor negre de la vida soterrat sota les pedres.
És una literatura fatalista, ni realista ni màgica ni romàntica, té una
capa de naturalisme on sembla que la moral luterana xoqui contra les roques
marcianes del desert que s’escalfen al sol impertorbables i indiferents. En la
col·lisió salten espurnes que cremen els boscos i deixen la terra erma com les
calbes dels qui ja són morts.
Sota d’elles, sota aquestes pedres i aquestes calbes, només hi trobem
escarabats que sobreviuen i que s’amaguen del perill. Al veure’ls, quan
destapem els seus caus, fugir de la llum com taques negres igual que ombres, no
podem ni imaginar-los creats també de la mateixa matèria de la que està feta Déu
i nosaltres.
Per a un catòlic aquest no crec que sigui un fet o un
dilema molt difícil de resoldre o d’acceptar, però per un luterà que no és
capaç de perdonar ni perdonar-se els pecats, pot ser sí.
Pot ser sí o pot ser no, en tot cas, parlo com si jo
sabés de què va tot això i per no saber-ne no sé res ni dels Estats Units, la meva
ignorància avarca alguns viatges, els westerns, el que diuen les novel·les,
publiquen els diaris i narra la seva història que ja comença a no ser curta.
No en sé res, però alguna cosa he après.
Dels USA només he conegut jueus de Nova York, pelleters que parlaven
l’anglès amb accent centreeuropeu, comerciants, traficants que compraven i
venien pells. Un d’ells em va ensenyar orgullós el número que duia tatuat al
canell.
Els seus foren uns altres temps similars als nostres, on les dones i
els homes bons també eren molt difícils de trobar.
El meu amic, al que ha deixat la seva novia per raons econòmiques, no porta
cap número tatuat al canell, però sí tres agulles de titani al radi que no
serveixen per fer mitja, i una cicatriu que no li desapareixerà mai. Ell també
compra i ven coses, fins i tot havia arribat, com fa tothom, a vendre el seu
temps per guanyar-se la vida o a l’inrevés, vendre’s la vida per guanyar temps,
ara, però, té una sensació estranya, decebedora, la mateixa que hom sent quan
descobreix que ha comprat massa barat.
Comprar i vendre, pells, sexe, temps, o qualsevol altre cosa, és un
magnífic camp de joc per a demostrar de què som capaços. Ell i d’altres comerciants,
novaiorquesos o grecs, jueus o no, homes o dones, bons o dolents, m’han anat
ensenyant que no es pot enganyar a un home honest, és una veritat que no ho he
oblidat mai, però difícil d’acceptar al tenir que reconèixer que jo tampoc he
estat honest al haver-me estafat més vegades del compte.
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Diario de
verano. (4)
No se puede
engañar a un hombre honesto
“Un hombre bueno es difícil de
encontrar” es,
naturalmente, una afirmación retórica para explicar que debajo de las piedras
se esconden escarabajos hambrientos y miedosos.
Flannery
O'Connor es una escritora norteamericana del sur de los Estados Unidos donde la
realidad parece estar construida a medias por la calma del tiempo y el delirio
del instante, por una quietud que no puede ocultar ni la histeria ni la
violencia , ni tampoco el humor negro de la vida enterrado bajo las piedras.
Es una
literatura fatalista, ni realista ni mágica ni romántica, tiene una capa de
naturalismo donde parece que la moral luterana choque contra las rocas
marcianas del desierto que se calientan al sol imperturbables e indiferentes.
En la colisión saltan chispas que queman los bosques y dejan la tierra yerma
como las calvas de los que ya están muertos.
Debajo de
ellas, bajo estas piedras y estas calvas, sólo encontramos escarabajos que
sobreviven y que se esconden del peligro. Al verlos, cuando destapamos sus
madrigueras, huir de la luz como manchas negras al igual que sombras, no
podemos ni imaginarlos creados también de la misma materia de la que está hecha
Dios y nosotros.
Para un
católico este no creo que sea un hecho o un dilema muy difícil de resolver o de
aceptar, pero para un luterano que no es capaz de perdonar ni perdonarse los
pecados, puede que sí.
Puede que sí
o puede que no, en cualquier caso, hablo como si yo supiera de qué va todo esto
y por no saber no sé nada ni de los Estados Unidos, mi ignorancia abarca
algunos viajes, los westerns, lo que dicen las novelas, publican los periódicos
y narra su historia que ya empieza a no ser corta.
No sé nada,
pero algo he aprendido.
De los USA
sólo he conocido judíos de Nueva York, peleteros que hablaban el inglés con
acento centroeuropeo, comerciantes, traficantes que compraban y vendían pieles.
Uno de ellos me enseñó orgulloso el número que llevaba tatuado en la muñeca.
Los suyos
fueron otros tiempos similares a los nuestros, donde las mujeres y los
hombres buenos también eran muy difíciles de encontrar.
Mi amigo, al
que ha dejado su novia por razones económicas, no lleva ningún número tatuado
en la muñeca, pero sí tres agujas de titanio en el radio que no sirven para
hacer media, y una cicatriz que no le desaparecerá nunca. Él también compra y
vende cosas, incluso había llegado, como todo el mundo, a vender su tiempo para
ganarse la vida o al revés, venderse la vida para ganar tiempo, ahora, sin
embargo, tiene una sensación extraña, la misma que se siente cuando se descubre
que hemos comprado demasiado barato.
Comprar y
vender, pieles, sexo, tiempo, o cualquier otra cosa, es un magnífico campo de
juego para demostrar de qué somos capaces. Él y otros comerciantes,
neoyorquinos o griegos, judíos o no, hombres o mujeres, buenos o malos, me han
ido enseñando que no se puede engañar a un hombre honesto, es una verdad que no
he olvidado nunca, pero difícil de aceptar al tener que reconocer que yo
tampoco he sido honesto al haberme estafado más veces de la cuenta.
2 comentarios:
Será que no existen hombres, ni mujeres, honestos porque siempre nos engañamos a nosotros mismos y de ahí que sea sencillo el ser engañados por los demás?
No conozco a nadie que no haya sido engañado, tampoco a nadie que no haya engañado ni una sola vez y sin embargo creo conocer a gente honesta. Tal vez sea que el tramo para definirlos esté cada vez más bajo en la escalera, vaya usted a saber, el caso es que los conozco.
Como O´Connor, cuyos cuentos tambien conozco y me gustan aunque a veces sea ásperos como lijas y me dé miedo la existencia de ciertas personas en ellos, no en ellos, sino que salgan de sus cuentos y me vivan en mi vida. Y entonces pienso que aquello es el Sur de USA y esto no. No crea, tampoco me tranquilizo mucho pero lo pienso, a veces una piensa muchas tontunas para calmar sus miedos.
Sé poco pero algo he aprendido, (como bien dice usted): aleja los alacranes de ti, Marga. Y todos, incluido su amigo, vemos venir a los alacranes, otra cosa es que nos guste su picadura o el riesgo de que ésta se dé o no, ese gustirrinín insano que provoca la incertidumbre. Es que yo tengo otro amigo similar al suyo y siempre me trae alacranes a casa, muy monas eso sí, y mira que se lo digo... pero nada, el chico no me aprende.
Empiezo a pensar que lo que sucede es que le gustan los alacranes, por terreno conocido. A veces soy mala y lo pienso, se lo juro por mis gatas. (no digo que sea el caso de su amigo, es que me pongo a hablar y me voy de la maceta con mucha facilidad)
Y que estoy de vuelta, como habrá podido ver, y no más sensata, como también puede ver.
Besos antiveneno!
Estoy muy contento que esté de vuelta, querida Marga, me ha alegrado usted el día. ¿Le puedo decir que la encontraba a faltar?, pues sí, la encontraba a faltar.
Espero que sus vacaciones hayan ido bien.
Por lo que yo sé y me han contado, la novia de mi amigo que se ha roto la muñeca no es ningún alacrán en el mal sentido de la palabra, solamente es una chica que va a lo suyo, nada más.
Y nada menos.
Los animales venenosos, alacranes, sapos o serpientes, primero han de conseguir ser inmunes a su propio veneno, una vez lo consiguen ya pueden almacenarlo en su propio cuerpo para usarlo cuando les convenga. Con la personas no siempre ocurre así. El autoengaño es una especie de tóxico que exudamos frente al que no tenemos antídoto, con él dañamos a los demás y a nosotros mismos.
Tenerlo o no, el antídoto, es una circunstancia capital, marca una diferencia, los límites de ese tramo que usted menciona y que sirve para definir, y reconocer, a las personas bastante honestas de las que no lo son en absoluto.
¿A mi amigo le gustan como al suyo esos alacranes?, es muy posible, a todos nos atrae el peligro, despertarnos una mañana en una cama sin saber por qué estamos allí, ni quién demonios es la persona, él o ella, que ronca a nuestro lado. Pero para llegar a ese extremo de peligro, despertarse con un o una desconocida en la cama, tampoco es necesario arriesgarnos demasiado ni frecuentar tugurios nocturnos, con casarse simplemente con alguien que parece y dice ser honesto ya es suficiente y bastante.
Ya sé que usted es mala, no hace falta que lo jure por sus gatas, ya me he dado cuenta, pero lo es de una cierta manera, una manera decente, por así decir, como esos conocidos suyos de los que habla, y que, de vez en cuando, esa maldad le permite acertar más en sus apreciaciones que los que se las dan de sabios, santos y sensatos.
Besos cariñosos de un amigo bloguero que se alegra de tenerla de vuelta.
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