Hemeroteca pelletera
Material reciclable
En les pintures de Peellaert
trobem una multitud de rastres i petjades, també les nostres, camins que
nosaltres hem recorregut de la mateixa manera, a peu o somiant, pujant o
baixant.
Peellaert, com a bon artista pop
que és, construeix la seva obra amb material usat. Igual que Warhol recicla
igualment els mites dels mass media per produir amb ells, amb el material
sobrant que en realitat són, una nova mentida versemblant.
Els personatges que apareixen en
les seves pintures no són éssers anònims, ni arquetips o estereotips humans ni
caricatures simples, psicològiques o socials, tot el contrari, els podem
identificar plenament, tenen noms i cognoms, qualsevol de nosaltres els coneix
i els reconeix, són els músics, els polítics, els artistes, actors i herois o
antiherois populars que interpreten successos com a simples actors o, fins i
tot, una al·legoria de si mateixos simulant ser altres o no. Les seves pintures
són retrats simbòlics, no psicològics, són escenes d'una pel·lícula que mai
s'ha arribat a filmar, però que en les seves vides públiques, i, segurament,
privades també, s'està gravant contínuament en un pla seqüència interminable.
Ignoro si l'obra de Peellaert
conté mitologemes propis,
aprofita els ja existents o utilitza tots dos, els que li ofereix la pròpia
cultura pop que els ha produït en abundància per reinterpretar-los en una nova
clau simbòlica i una nova èpica i lírica. Ignoro també si el procés es realitza
a través de la inducció o de la deducció, és a dir, si el principi general és
el resultat de les experiències particulars o bé a l'inrevés, si les
conseqüències particulars provenen d'un principi general. Desconec quin pot ser
aquest principi i si hi ha d'haver necessàriament un. Les experiències
particulars són de cadascú, però en les de l'art i en les de Peellaert
qualsevol pot trobar la seva i emocionar-se, en un sentit ampli de la paraula, al
reconèixer-se també en les vides dels altres com si aquesta mena de
coincidència donés sentit a la seva vida o a part d'ella.
Els mites pop, per la seva
mateixa personalitat, desborden gairebé sempre el seu propi espai, són per
naturalesa incontinents i obscens, no poden quedar reclosos en un vedat tancat
ni hi ha presó que els aconsegueixi retenir. La cultura pop és tan depredadora
com fèrtil i deposa reis amb tanta facilitat com erigeix de nous contínuament, i si no els troba fa
ressuscitar cadàvers com si fossin nadons. La cultura pop és bàsicament una
cultura zombie.
El seu hàbitat és aquesta espècie
de nou món saturnià del present, tan estrany com el de les pintures de Claude
Lorrain, un món mític nou, contemporani, tan insòlit i fascinant com el de
Virgili, però en aquesta ocasió poblat per uns nous déus i herois , ignoro si
tan immortals com els antics però sí tan fracassats com ells. Un món que vol
reproduir, com en el de l'antiguitat, els sentiments que produeix l'experiència
del temps.
Aquests mites pop, són els
nostres, els que han configurat bona part de la nostra educació sentimental, la
nostra memòria inventada, els nostres records robats que, com els petons, són
els millors.
Immortals o fracassats no
abandonen del tot el seu perímetre de seguretat, aquesta espècie de
intocabilitat de què parlàvem un dia, d'éssers ressuscitats que no viuen en cap
món habitable. Més o menys com nosaltres mateixos.
(Continuarà)
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Hemeroteca
peletera
Material
reciclable
En las pinturas de Peellaert encontramos una multitud
de rastros y pisadas de otros, caminos que nosotros hemos recorrido del mismo
modo, a pie o soñando, subiendo o bajando.
Peellaert, como buen artista pop que es, construye su
obra con material usado. Igual que Warhol recicla igualmente los mitos de los
mass media para producir con ellos, con el material sobrante que en realidad
son, una nueva mentira verosímil.
Los personajes que aparecen en sus pinturas no son
seres anónimos, ni arquetipos o estereotipos humanos ni caricaturas simples,
psicológicas o sociales, todo lo contrario, los podemos identificar plenamente,
tienen nombres y apellidos, cualquiera de nosotros los conoce y los reconoce, son
los músicos, los políticos, los artistas, actores y héroes o antihéroes populares
que interpretan sucesos como simples actores o incluso una alegoría de sí
mismos simulando ser otros o no. Sus pinturas son retratos simbólicos, no
psicológicos, son escenas de una película que nunca se ha llegado a filmar,
pero que en sus vidas públicas, y seguramente privadas también, se está grabando
continuamente en un plano secuencia interminable.
Ignoro si la obra de Peellaert contiene mitologemas propios, aprovecha
los ya existentes o utiliza ambos, los que le ofrece la propia cultura pop que
los ha producido en abundancia para reinterpretarlos en una nueva clave
simbólica y una nueva épica y lírica. Ignoro también si el proceso se realiza a
través de la inducción o de la deducción, es decir, si el principio general es
el resultado de las experiencias particulares o bien al revés, si las
consecuencias particulares provienen de un principio general. Desconozco cuál
puede ser ese principio y si tiene que haber necesariamente uno. Las
experiencias particulares son de cada cuál, pero en las del arte y en las de
Peellaert cualquiera puede encontrar la suya y emocionarse, en un sentido
amplio de la palabra, al reconocerse también en las vidas de los otros como si
esa especie de coincidencia diera sentido a su vida o a parte de ella.
Los mitos pop, por su misma personalidad, desbordan casi
siempre su propio espacio, son por naturaleza incontinentes y obscenos, no
pueden quedar recluidos en un coto cerrado ni hay cárcel que los consiga
retener. La cultura pop es tan depredadora como fértil y depone reyes con tanta
facilidad como erige de nuevos continuamente, y si no los encuentra hace
resucitar cadáveres igual que si fueran recién nacidos. La cultura pop es
básicamente una cultura zombie.
Su hábitat es esa especie de nuevo mundo saturnino del
presente, tan extraño como el de las pinturas de Claude Lorrain, un mundo mítico nuevo,
contemporáneo, tan insólito y fascinante como el de Virgilio, pero en esta
ocasión poblado por unos nuevos dioses y héroes, ignoro si tan inmortales como
los antiguos pero sí tan fracasados como ellos. Un mundo que quiere reproducir,
como en el de la antigüedad, los sentimientos que produce la experiencia del
tiempo.
Esos mitos pop, son los nuestros, los que han
configurado buena parte de nuestra educación sentimental, nuestra memoria
inventada, nuestros recuerdos robados que, como los besos, son los mejores.
Inmortales o fracasados no abandonan del todo su
perímetro de seguridad, esa especie de intocabilidad de la que hablábamos un día, de
seres resucitados que no viven en ningún mundo habitable. Más o menos como
nosotros mismos.
(Continuará)
6 comentarios:
No conocía a Peellaert, no está mal esa es la verdad. Es que yo y el arte Pop no nos llevamos todo lo bien que debiéramos, o mejor dicho, empezamos a entendernos en los últimos tiempos, gracias a otros que me lo van mostrando. En pocas dósis, eso sí, que yo soy muy mía.
Hace unas semanas hice novillos en el trabajo y me fui a ver una exposición de Hiperrealismo en el Thyssen. No crea, iba con reticencias, con la nariz arrugada, sólo pelín emocionada porque era un día robado al trabajo y ni así. Pues salí encantada, con una visión distinta y reconociendo que había disfrutado como hacía tiempo.
La causa, imagino, es que los mitos Pop nunca fueron los míos, mi juventud transcurrió entre otros iconos. Digamos que los míos fueron más áridos, más clásicos que contemporáneos. Mi educación sentimental transcurrió por otros derroteros y bastante alejada del mundo anglosajón, sobre todo de la cultura norteamericana (y que mal nos llevábamos ambas salvo en algunas disciplinas como excepción: la música y la literatura) que fue el mayor precursor de este tipo de arte. Pero nunca es tarde para abrir nuevas sendas Y me divierte en los últimos tiempos, lo reconozco, lo estoy disfrutando.
Eso sí, proclamo, sigo sin poder soportar ni entender qué narices vio la historia del Arte en Warhol, jeje. Y sí, conozco la teoría, esta misma aseveración la he soltado otras veces, pero no, no me convence. No puedo con él ni con su obra. Por muchos caminos nuevos que vaya abriendo mi mente hay puentes que nanay, jeje.
Un beso con sopas de ajo!
Siempre me ha sido difícil entender cómo se puede vivir en el mundo y explicarlo a través de las propias fobias y filias, pero eso es, precisamente, lo que la inmensa mayoría de personas hace. El paso de esas fobias y filias al simple prejuicio es muy corto, un simple pasito.
Pellaert es toda una institución que empezó con sus famosos cómics y sus heroínas sexys, en “Les adventures de Jodelle” y “Pravda la survireuse”, retratos de cantantes francesas de moda como Sylvie Vartan y Françoise Hardy, en los rostros de sus protagonistas. Marcaron una época.
Algo similar a la mítica Barbarella que encarnó Jane Fonda en el cine y que dibujaba Jean Claude Forest.
El único precedente en España, España por así decir, fue el catalán Enric Sió y la cantante catalana Guillermina Mota y su cómic de 1966, bastante malo, por cierto, mejor dicho, muy malo, “Lavinia 2016 o la guerra de los poetas”, una sátira sobre la Catalunya de la época, ¡¡la de 1966!! Ya tiene interés, atrevimiento y mérito hacer una sátira de Catalunya en pleno franquismo.
Uno de los grandes méritos de la cultura anglosajona en general, y en ella la de los USA, es la de no haber olvidado ni menospreciado el sentido común, descuido muy habitual en Europa y la cultura de ámbito francés, el mundo germano es diferente igual que el eslavo, lleno, este último, de ironía y sentimentalismo. También hay que tener en cuenta que las cosas deben conocerse bien y la aportación americana a las artes plásticas en un sentido amplio del término (no me refiero solamente a la pintura) es inconmensurable, igual que la cinematográfica, incluso dejando de lado (cosa imposible) Hollywood y centrándonos solamente en el cine independiente. A mi me gusta el western y el neorrealismo italiano, la canción francesa y el country norteamericano, la música irlandesa y el flamenco, Johnny Winter y Paco Ibañez, Milton Caniff y la escuela de cómic belga, el modernismo catalán y la Bauhaus, el racionalismo norteamericano y el expresionismo abstracto, Kerouac y Camus, la Rodoreda y susan Sontag, la bardot (de jovencita) y la Bella Dorita, Hitchcock y Berlanga, Ford y Erice, Bergman y Pasolini, Tapies y Warhol, Chuck Close y Robert Motherwell, los Stones y Franck Sinatra.
Stan Laurel y Oliver Hardy,
Yo siempre he pensado que aunque algo no nos guste eso nunca es motivo para no prestarle atención y que, al igual que la comida, todo está riquísimo si sabemos mirarlo con buenos ojos.
Sofía Loren y Grace Kelly.
Besos tutti fruti.
Algo que también practica la mayoría son las etiquetas utilizadas para señalar y delimitar, mágnánimas para uno mismo y llena de prejuicios para el resto, la mayor parte de las veces.
La educación sentimental es algo que va sucediendo sobre todo desde el momento el que alguien cae en la cuenta de que el mundo es más grande que uno mismo y toma sus opciones. Y esas opciones se verán influenciadas por un amplio espectro de vivencias, lecturas, guías de adultos y claro, cómo no, de gustos personales. Pero nunca será esto último lo determinante. Me parece y pensé que en mi caso como en el suyo.
Si se trata de gustos los míos pueden ser tan rocambolescos, eclécticos y diletantes como los suyos pero yo estaba manejando otro concepto. Salvo por lo de Warhol, que sólo pretendía ser un guiño divertido (sin que por ello no sea verdad, no me gusta Warhol por muchas razones, entre muchas la banalidad de su personaje y su obra, la pretenciosidad de ambas. Si usted aprecia otras características me parece perfecto y no por ello diré que se trata de prejuicios.)
Y nadie ha hablado de no apreciar la aportación del mundo USA a la cultura, cómo hacer algo así? Eso significaría haber ignorado el mundo cultural del último siglo y le aseguro que no es mi caso. Sólo que tanto en la cultura norteamericana como en cualquier otra que me influya elijo algo más de profundidad y mala baba, pongamos por caso un Phlip Roth o una Lorrie Moore, un Wallace o un Thomas Pynchon, me atrevería a decir que incluso una Carol Oates a la hora de mostrarme sus encantos. Y la cultura Pop no me parece que lo haya hecho o digamos que su forma de hacerlo no me llega, no me transmite.
Y no se trata tanto de gustos en nuestras elecciones, señor Peletero, sino en la imposibilidad de abarcar y entender de todo en profundidad, como bien dice. Y puestos a cercenar cada cual lo hará donde le parezca oportuno sin que por ello pueda ser acusado de prejuicioso. Ignorante sí, por supuesto, pero es que siempre lo seremos en algo y siempre encontraremos a alguien para quien lo seamos. Y bien está que así sea. Prefiero saber manejar la humildad de la imposibilidad que la vanidad del absoluto.
A mí me gustan Berlanga y Haneke, Martirio y Patii Smith, Faemino y Cansado, las pinturas del expresionismo alemán y los dibujos de Corben, las tiras de Max o de El Roto y el rap de la Mala Rodríguez. A veces, solo cuando estoy ñoña, la copla. La fotografía de García Alex. Los poemas de Quevedo y las obras de Lope de Vega, Poeta en Nueva York de Lorca y Leopoldo Panero.
Alejo Carpenter y Cortázar.
Michel Fassbender y Jeremy Irons.
Bod Dylan, forever.
Y los que me quedan, será por gustos...
Besos gustosos!
Tiene usted toda la razón, querida Marga, precisamente los que acostumbran a poner etiquetas son ésos a los que aludo, que ven el mundo a través de sus fobias y de sus filias solamente. Difícilmente lo hará un padre que intenta que su hijo coma de todo, que encuentre placer en multitud de comidas, en la verdura y el pescado, y no se limite solamente a las hamburguesas, las patatas chip y el kétchup. El hijo, naturalmente, le puede responder al padre que pedirle que coma de todo es una muestra de vil autoritarismo, de cerrazón mental y de estúpido prejuicio, y que tiene, el hijo, todo el derecho del mundo a que sólo le gusten esas hamburguesas y que él, el hijo también, sí que es, verdaderamente, un hombre libre, no el padre que le quiere imponer sus gustos. Esta actitud del hijo, usted ya lo sabrá, es muy habitual en nuestro mundo referida a cualquier cosa.
Sobre esta clase de actitudes hay otra versión que un día me mostró una querida amiga cuando le pregunté, mientras íbamos paseando (esa es una anécdota que me parece que ya he contado en otras ocasiones, usted me perdonará) si le gustaba una casa. Me respondió que no lo sabía. Me sorprendió porque yo pensaba que era una mujer formada y con criterio. Al insistir extrañado me dijo que no podía saber si le gustaba porque en aquella casa no iba a vivir, que le ocurría igual con los hombres, no sabía nunca si un hombre era guapo o no, bello, interesante físicamente o sexy, que su interés por él estaba, únicamente, en función de su relación personal. Con las cosas le sucedía igual, le gustaban los cuadros que colgaban de las paredes de su casa, de la suya, pero no tenía opinión sobre los que se hallaban en las de los museos. Perdone mi comentario supuestamente machista, pero la actitud de mi amiga, Rosa se llamaba, la he hallado en muchas otras mujeres, no en todas, por supuesto, pero nunca en ningún hombre. Ignoro el porqué. Tal vez usted me pueda ayudar.
Es bueno, querida Marga, que los gustos sean como los suyos, rocambolescos y eclécticos, a mi me sucede igual, ya lo ve, entre Stan Laurel y Oliver Hardy me sería difícil elegir.
Todos esos que ha nombrado también me gustan a mí.
Besos eclécticos
Pues no sé. señor Peletero, nunca he conocido a nadie, mujer u hombre, que pensara de esa forma, así que no sé la razón.
Yo creo, humildemente, que es mucho más sencillo opinar sobre algo cuando no te pertenece. Te ves libre de valorar la temporalidad de tu gusto: no puedes cansarte o decepcionarte de algo que no perdura. Y para colmo no genera expectativas en ti. Una maravilla, ya le digo. Un descanso.
Voy al siguiente continuará. Nos vemos
Esta, querida Marga, es, por supuesto, una actitud psicológica con implicaciones morales cuando los elementos evaluados, o no evaluados, son personas.
Es algo complicado y no siempre es una cuestión femenina, aunque también conozco otra variante contada igualmente por mujeres o en la que las mujeres son las protagonistas.
El padre de una amiga, por razones que ahora no vienen al caso, estuvo viviendo un tiempo, a finales de los años cincuenta, en Brasil, y allí tuvo una novia brasileña que le decía que cuando estaba con él, él era el único hombre que podía concebir, él único hombre que llenaba su mente, su corazón y su deseo, pero que... cuando no estaba con él la cosa era diferente.
Esa versión me la corroboró una conocida colombiana que vivía en Barcelona, una mujer casada y con hijos que me decía que, en casa, su marido era Dios, el Rey y el Faraón, los tres juntos y a la vez, pero que... fuera de casa era uno más. La casa, me contaba, era un recinto sagrado que nadie debía mancillar, un coto cerrado, el hogar, pero que fuera de él... el mundo era muy grande, demasiado grande y demasiado lleno de gente.
“Cuando estoy contigo estoy contigo absolutamente, no tengas dudas, ahora bien, cuando no estoy contigo... porque, no te engañes, nadie está con alguien todo el tiempo ni de la misma manera...”.
Algunas sociedades consideran que fuera de la familia no hay nada que deba ser considerado objeto o sujeto moral y algunas grandes personalidades de la historia lo han sido, precisamente, por todo lo contrario. Los límites morales son imprecisos en todos los sentidos y la capacidad de cargarse el mundo a las espaldas es inversamente proporcional, en ocasiones, a la de ayudar a alguien cercano. La primera normalmente es aséptica, incolora, inodora e insípida, tan comprometida como depositar un voto en una urna, la segunda no.
Lo que le ocurría a mi amiga Rosa de la que hablaba en el anterior comentario, era una derivada Light de esta clase de hechos y comportamientos.
Besos para usted.
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