Lecciones desordenadas y fugaces de anatomía barroca.
18. El artista.
Es indudable que a los seres humanos les gusta acompañarse de cosas bellas, incluso cuando sólo son cosas y no personas. Se suponía que la belleza de la forma emana de la del espíritu o que ésta otorga a la materia su propio aspecto. Lo bello enaltece, exalta y tranquiliza como si al adornar creáramos de la nada, como si recordáramos el Edén, como si la belleza también fuera de obligado cumplimiento al ser, sin lugar a dudas, la mejor manera que tienen de expresarse la verdad y la mentira.
¿Las estatuas de Fidias (490 a. C.-431 a. C.) o Donatello (1386-1466) nos muestran lo que deberíamos ser, o bien nos recuerdan aquello que fuimos?, quizás sólo nos dicen lo que nunca seremos. ¿A qué hay que dar forma?, ¿al cuerpo humano, al del león, a la nada? El Partenón no fue más que un suelo y un techo soportado el uno en el otro entre pilares y postes que llamamos columnas. Demasiada piedra para tanta corriente de aire.
Se empezó a firmar la obra artística en la Grecia clásica buscando parte de la dignidad que no supieron reclamar los gremios y los talleres, el comercio dio lugar a los coleccionistas y a las colecciones que no son más que una variante extraña de la memoria y de la ruina al ser una lista interminable de pérdidas, un inventario de olvidos. La notoriedad del artista, sin embargo, siempre ha debido de pagar un precio elevado al tener que buscar a un señor al que servir, un bienhechor, un tutor, un dueño, porque el artista libre no existe, es imposible y no puede ser, es un contrasentido lógico como pensar que hay cortesanas y rameras sin clientes.
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Tanto Petrarca como Boccaccio emplean términos como “belleza”, “arte” y “poesía”, es decir, los mismos que la estética posterior; ello no obstante, tras de los mismos términos hay conceptos diferentes.
Así el concepto de belleza, conforme a la tradición antiguo-medieval, era mucho más amplio y a la vez mucho más restringido que el actual: más restringido porque en general designaba sólo la belleza humana, y no solía aplicarse respecto a la naturaleza ni al arte. Y más amplio porque en el hombre designaba no sólo la belleza de su cuerpo, sino también las virtudes del alma.
También el arte lo entendían ambos de modo antiguo y medieval, o sea, más ampliamente que en su uso presente. El arte para ellos consistía en la capacidad de producir cosas, no sólo cuadros o poemas, sino toda creación basada en reglas y principios. Pero Boccaccio, sirviéndose de distinciones escolásticas, tenía ya un concepto más claro del arte (ars) y lo distinguía de la sabiduría (sapientia), de la ciencia (scientia) y de las habilidades puramente prácticas (facultas).
(...)
Poesía y verdad. Para los poetas del siglo XIV lo más problemático de la poesía era su relación con la realidad, ya que la poesía trataba –a su modo de ver- cosas reales y cosas inauditas. Más aún la poesía “revela la verdad”; es decir, cuando representa la realidad lo hace conforme a la verdad.
(...)
“El quehacer del poeta es imaginar, esto es, componer, embellecer y recrear con tintes artísticos la verdad de las cosas humanas, naturales o cualesquiera otras, y alterarla con el velo de la encantadora ficción, una vez desvanecido el cual comenzará a resaltar la verdad, tanto más agradable cuanto más difícil sea de indagar”. (“Epístolas seniles”, XII, 2. F. Petrarca)
(Historia de la estética: La estética moderna, 1400-1700, Wladyslaw Tatarkiewicz, 1991)
6 comentarios:
Ahora entiendo, este artista que aquí se nombra, el que se deja adular, el que sigue el principio del poder burgués “Quién no está contra mí, está conmigo”, el que pretende su individuación pero asustado permite el aniquilamiento burgués del yo en esquizofrenias, ese es el que la hace grande e indestructible.
Saludos
De todas formas, la belleza como concepto, es subjetiva y ligada a las modas, por lo tanto temporales. Hay pinturas que no son bellas de por si, y sin embargo gustan de una forma apasionada, luego si gustan es que hay algo de bello en ellos, porque las "cosas" feas no agradan de por si. Salut
No use, si me permite que se lo diga, la palabra burgués con tanta profusión y tan a la ligera, apreciada Gaia. Amos los hay de muchas clases, y es bueno saber, si uno no desea equivocarse, que la mayoría y los peores no han sido burgueses.
Destacar o resaltar la servidumbre de los artistas es obligado y necesario para colocarlos a ras de suelo, equiparados al resto de los mortales y en el lugar que les corresponde.
Al mismo tiempo -en muchos casos lo he mencionado-, un servidor siempre ha sentido recelo por la creación artística libre al considerarla una falacia, un contrasentido y, en el fondo y paradójicamente, una rémora. Siempre he valorado el “encargo” del pagano, de ese “amo”, como el acicate y el estímulo necesario que lleva al artista a buen puerto.
Saludos.
Tienes toda la razón, apreciado Miquel, pero sin duda estarás de acuerdo conmigo en que el paso del tiempo siempre es el mejor de los jueces y el que permite superar la banalidad de las modas. Hablamos de belleza, no de gusto, hablamos de verdades, no de opiniones. La “Iliada” es bella y lo será siempre aunque a algunos no les pueda gustar. El teorema de Pitágoras es bello porque es verdadero, no está sometido ni al gusto ni a la opinión. Ejemplos hay muchos.
Saludos.
Ajá, existe una belleza atemporal, la misma que surgió de las cuevas con pigmentos impregnados en los dedos. La misma que hizo al hombre representar adornando, olvidando la utilidad inmediata, por el simple goce (o no tan simple) de imaginar una contemplación posterior.
Un salto repleto de misterio, quién necesita mayor sortilegio? A mí sigue sorprendiéndome.
Y aquí seguimos, dándole vueltas. Esto también me maravilla.
Saludos navideños, señor Peletero.
Tiene usted toda la razón, apreciada Marga, una Venus esteatopigia es tan bella como lo puede ser una Afrodita griega porque no estamos hablando de la “moda” de las formas corporales ni tampoco siquiera de los habituales conceptos de la estética y los estilos artísticos, que aunque relativos al momento -véase el primer capítulo de esta serie-, también se ajustan a principios básicos, la Bauhaus ya dejo claro la idea de la “buena forma”, una especie de ergonomía sensual que básicamente no varía.
En este capítulo hemos usado la palabra belleza en los dos sentidos, en el de mera estética que complace nuestros sentidos y en el de verdad que encierra un saber importante y que nosotros tratamos de describir de una manera retórica, y poética, formulando la pregunta: “¿Las estatuas de Fidias (490 a. C.-431 a. C.) o Donatello (1386-1466) nos muestran lo que deberíamos ser, o bien nos recuerdan aquello que fuimos?, quizás sólo nos dicen lo que nunca seremos. ¿A qué hay que dar forma?, ¿al cuerpo humano, al del león, a la nada?”
En un muy viejo post, titulado “La verdad”, dijimos que: “La verdad del arte, llamada también poesía, es la capacidad de soportar el dolor que causa la experiencia del tiempo.
En la experiencia del tiempo está la muerte y la muerte es la frontera del mundo y el mundo, como ya sabemos, es lo que hace al caso.”
El post era más largo y en el se contaban más cosas, pero para saberlo habrá que, quién lo desee, leerlo.
Saludos navideños para usted, Doña Marga.
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