lunes, 28 de noviembre de 2011

El peletero/Imitar y retratar


Lecciones desordenadas y fugaces de anatomía barroca.

6. Imitar y retratar.

Francisco Calvo Serraller, al que ya hemos citado, destaca, basándose en Panofsky y citando a Carducho, que la distinción manierista entre imitación y retrato (imitare y ritrarre) se fundamenta en la dicotomía entre sujeto y objeto. Así es, la polémica sobre la ficción artística es falsa pues nunca hay tal, siempre se dice la verdad incluso cuando se miente, y mucho más en el arte, cuanto más se miente más verdadero es. El dilema es otro que tiene que ver con la copia y el original, original en el sentido de origen, principio y comienzo, la pintura es verdadera cuando ella misma es el origen y el final, pero no el desenlace, aunque para ello necesite de ese modelo, que más que un hecho externo a la propia pintura es solamente un recuerdo.

Recordemos entonces que: lo que no se puede pintar de memoria no se puede pintar”, (Max Liebermann hablando de un profesor suyo citado por Ernst H. Gombrticn en “La imagen y el ojo”), la pintura pues, es una manera de recordar. “La copia, la imitación, la reproducción, el duplicado, el calco, la falsificación o el simulacro no existen entre la imagen y el supuesto modelo, la primera no es ni el doble ni la sombra del segundo porque las imágenes solamente se calcan entre ellas mismas. Se copian otras pinturas, las unas a las otras, nunca el modelo que se pinta, sea una persona o un árbol, una idea o un instante, la expresión de un sentimiento o el relato de unos hechos acontecidos”.

La pintura Barroca es fiel al discurso literario que la sustenta, a las histories que pretenden siempre elaborar y proponer un juicio moral y filosófico y que contienen todas las “imágenes” mentales y físicas de su civilización. Sólo a partir de la modernidad se querrá mirar de una manera desnuda, aislando el significado del significante, ignorando y eludiendo la tradición y la memoria, la pretensión será ver mejor, fundir arte y vida, pero tal propósito es una quimera, como los retratos de El Fayum, el silencio siempre multiplica los ecos. En algunos casos parece lograrse esa primera mirada cuando se cambia de paradigma cultural, como cuando se hace limpieza y se redecora una casa, con los nuevos muebles parece que todo cambie y, lo peor, es que en muchos casos es así, todo cambia.

“El pintor está ligeramente alejado del cuadro. Lanza una mirada sobre el modelo; quizá se trata de añadir un último toque, pero también puede ser que no haya dado aún la primera pincelada. El brazo que sostiene el pincel está replegado sobre la izquierda, en dirección de la paleta; está por un momento, inmóvil entre la tela y los colores. Esta mano hábil depende de la vista; y la vista, a su vez, descansa sobre el gesto suspendido. Entre la fina punta del pincel y el acero de la mirada, el espectáculo va a desplegar su volumen”.

(...)

“Quizá haya, en este cuadro de Velázquez, una representación de la representación clásica y la definición del espacio que ella abre. En efecto, intenta representar todos sus elementos, con sus imágenes, las miradas a las que se ofrece, los rostros que hace visibles, los gestos que la hacen nacer. Pero allí, en esta dispersión que aquella recoge y despliega en conjunto, se señala imperiosamente, por doquier, un vacío esencial: la desaparición necesaria de lo que la fundamenta –de aquel a quien se asemeja y de aquel a cuyos ojos no es sino semejanza. Este sujeto mismo –que es el mismo- ha sido suprimido. Y libre al fin de esta relación que la encadenaba, la representación puede darse como pura representación.” (“Las palabras y las cosas – Las Meninas”, Michel Foucault)

La pintura y el arte contemporáneos, con algunas excepciones como el surrealismo, rechazan el juicio moral porque no son capaces de elaborar ninguno, o piensan que juicio y moral son dos hechos contraproducentes y hasta perniciosos, su mirada es siempre un vuelo bajo y corto, son un gallo de granja, un teatro de gestos, una simple ironía o un alarde de color y malabarismo como esos circos solares sin caballos ni leones que domesticar.

En esa arena los hombres pájaro intentarán escapar del Minotauro y su acrobacia será siempre poner en peligro el propio cuerpo. A veces no hay red.

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Concilio de Trento (1545-1563) XIX concilio ecumenico. Papa Paulo III. Julio III. Pío IV. Contra los errores del protestantismo y por la disciplina eclesiástica  

LA INVOCACIÓN, VENERACIÓN Y RELIQUIAS DE LOS SANTOS,Y DE LAS SAGRADAS IMÁGENES

Manda el santo Concilio a todos los Obispos, y demás personas que tienen el cargo y obligación de enseñar, que instruyan con exactitud a los fieles ante todas cosas, sobre la intercesión e invocación de los santos, honor de las reliquias, y uso legítimo de las imágenes, según la costumbre de la Iglesia Católica y Apostólica, recibida desde los tiempos primitivos de la religión cristiana, y según el consentimiento de los santos Padres, y los decretos de los sagrados concilios; enseñándoles que los santos que reinan juntamente con Cristo, ruegan a Dios por los hombres; que es bueno y útil invocarlos humildemente, y recurrir a sus oraciones, intercesión y auxilio para alcanzar de Dios los beneficios por Jesucristo su hijo, nuestro Señor, que es el único redentor y salvador nuestro; y que piensan impíamente los que niegan que se deben invocar los santos que gozan en el cielo de eterna felicidad; o los que afirman que los santos no ruegan por los hombres; o que es idolatría invocarlos, para que rueguen por nosotros, aun por cada uno en particular; o que repugna a la palabra de Dios, y se opone al honor de Jesucristo, único mediador entre Dios y los hombres; o que es necedad suplicar verbal o mentalmente a los que reinan en el cielo.
Instruyan también a los fieles en que deben venerar los santos cuerpos de los santos mártires, y de otros que viven con Cristo, que fueron miembros vivos del mismo Cristo, y templos del Espíritu Santo, por quien han de resucitar a la vida eterna para ser glorificados, y por los cuales concede Dios muchos beneficios a los hombres; de suerte que deben ser absolutamente condenados, como antiquísimamente los condenó, y ahora también los condena la Iglesia, los que afirman que no se deben honrar, ni venerar las reliquias de los santos; o que es en vano la adoración que estas y otros monumentos sagrados reciben de los fieles; y que son inútiles las frecuentes visitas a las capillas dedicadas a los santos con el fin de alcanzar su socorro. Además de esto, declara que se deben tener y conservar, principalmente en los templos, las imágenes de Cristo, de la Virgen madre de Dios, y de otros santos, y que se les debe dar el correspondiente honor y veneración: no porque se crea que hay en ellas divinidad, o virtud alguna por la que merezcan el culto, o que se les deba pedir alguna cosa, o que se haya de poner la confianza en las imágenes, como hacían en otros tiempos los gentiles, que colocaban su esperanza en los ídolos; sino porque el honor que se da a las imágenes, se refiere a los originales representados en ellas; de suerte, que adoremos a Cristo por medio de las imágenes que besamos, y en cuya presencia nos descubrimos y arrodillamos; y veneremos a los santos, cuya semejanza tienen: todo lo cual es lo que se halla establecido en los decretos de los concilios, y en especial en los del segundo Niceno contra los impugnadores de las imágenes.

Enseñen con esmero los Obispos que por medio de las historias de nuestra redención, expresadas en pinturas y otras copias, se instruye y confirma el pueblo recordándole los artículos de la fe, y recapacitándole continuamente en ellos: además que se saca mucho fruto de todas las sagradas imágenes, no sólo porque recuerdan al pueblo los beneficios y dones que Cristo les ha concedido, sino también porque se exponen a los ojos de los fieles los saludables ejemplos de los santos, y los milagros que Dios ha obrado por ellos, con el fin de que den gracias a Dios por ellos, y arreglen su vida y costumbres a los ejemplos de los mismos santos; así como para que se exciten a adorar, y amar a Dios, y practicar la piedad. Y si alguno enseñare, o sintiere lo contrario a estos decretos, sea excomulgado.

Mas si se hubieren introducido algunos abusos en estas santas y saludables prácticas, desea ardientemente el santo Concilio que se exterminen de todo punto; de suerte que no se coloquen imágenes algunas de falsos dogmas, ni que den ocasión a los rudos de peligrosos errores. Y si aconteciere que se expresen y figuren en alguna ocasión historias y narraciones de la sagrada Escritura, por ser estas convenientes a la instrucción de la ignorante plebe; enséñese al pueblo que esto no es copiar la divinidad, como si fuera posible que se viese esta con ojos corporales, o pudiese expresarse con colores o figuras. Destiérrese absolutamente toda superstición en la invocación de los santos, en la veneración de las reliquias, y en el sagrado uso de las imágenes; ahuyéntese toda ganancia sórdida; evítese en fin toda torpeza; de manera que no se pinten ni adornen las imágenes con hermosura escandalosa; ni abusen tampoco los hombres de las fiestas de los santos, ni de la visita de las reliquias, para tener convitonas, ni embriagueces: como si el lujo y lascivia fuese el culto con que deban celebrar los días de fiesta en honor de los santos.

Finalmente pongan los Obispos tanto cuidado y diligencia en este punto, que nada se vea desordenado, o puesto fuera de su lugar, y tumultuariamente, nada profano y nada deshonesto; pues es tan propia de la casa de Dios la santidad. Y para que se cumplan con mayor exactitud estas determinaciones, establece el santo Concilio que a nadie sea lícito poner, ni procurar se ponga ninguna imagen desusada y nueva en lugar ninguno, ni iglesia, aunque sea de cualquier modo exenta, a no tener la aprobación del Obispo. Tampoco se han de admitir nuevos milagros, ni adoptar nuevas reliquias, a no reconocerlas y aprobarlas el mismo Obispo. Y este luego que se certifique en algún punto perteneciente a ellas, consulte algunos teólogos y otras personas piadosas, y haga lo que juzgare convenir a la verdad y piedad. En caso de deberse extirpar algún abuso, que sea dudoso o de difícil resolución, o absolutamente ocurra alguna grave dificultad sobre estas materias, aguarde el Obispo antes de resolver la controversia, la sentencia del Metropolitano y de los Obispos comprovinciales en concilio provincial; de suerte no obstante que no se decrete ninguna cosa nueva o no usada en la Iglesia hasta el presente, sin consultar al Romano Pontífice.

Fuente: http://www.es.catholic.net/

8 comentarios:

Tot Barcelona dijo...

siempre me han gustado este tipo de dibujos ¡

El peletero dijo...

A mi también me gustan, tienen mucha gracia.

Saludos, Miquel.

Marga dijo...

Tiempos aquellos en los que el Arte tenía un objeto... o no? quizás no, quizás la red debió desaparecer, proceso natural en el devenir de la pintura y así permitir a los hombres pájaro hasta dónde su vuelo...

Leyendo abajo recuerdo que Manet decía de Velázquez que era el pintor de los pintores, porque él, Velázquez, era en sí mismo pintura. Un bello homenaje al maestro, no cree?

En cuanto a la Iglesia, sus imágenes y disquisiciones... siempre pensé que fueron los inventores de eso que más tarde se llamó "merchandising"... ni por mucho ingenio mercantilista que puso George Lucas ha podido llegarles a las suelas de los zapatos... y es que hay empresas que siglos ha.

Saludos!

El peletero dijo...

El objeto del arte, apreciada Marga, siempre ha sido el mismo, como la boca o los ojos, otra cosa es que algunos quieran comer con los segundos y ver con la primera, de ahí el éxito de estos circos contemporáneos en los que no aparece en la pista ni una triste pulga que domesticar, pura asepsia.

A Manet hay que agradecerle que descubriera para el mundo a Velázquez, en su mérito estuvo verlo y valorarlo, y tratar, a su manera, de emularlo.

Ya se dice que San Pablo de Tarso fue el más grande publicista de la historia, una institución de más de 2.000 años de antigüedad no es para despreciar, algo saben de la vida y de la muerte.

No la compare con G.L., busque otro símil, no ése.

Saludos.

Marga dijo...

Me perdone, es que les desprecio, yo sí, ya ve, hasta límites pero no eternos y esos rencores vitales me espumarajan las palabras y lo símiles...

Pero verá, dudo que sepan algo de la vida y de la muerte, aunque sí, saben de lo más importante: el poder de la miseria, la ignorancia y el miedo.

Algo sí alcancé a respetar de ellos, la Teología de la Liberación, y con mis reservas.

Y rece porque no me ponga blasfema, tengo tendencia a ello... jeje (no crea, sólo en familia, a pesar de mis ínfulas me educaron en el respeto y las buenas formas, cachis la mar).

Y de verdad que entre las creaciones de G.L. y los de nuestra Semana Santa no encuentro mayores diferencias salvo la del tamaño de los muñecos. Y sí muchas similitudes, empezando por lo innecesario de su carácter decorativo en mi vida.

Que los dioses le acompañen, asi sea.

El peletero dijo...

Pues lo siento por Vd, su comentario es contundente y mi respuesta debe serlo también. Las aversiones a alguien o a algo, las fobias, sólo nos permiten ver una parte de la realidad como si lleváramos un parche en el cerebro. Los prejuicios, las manías, las animadversiones son siempre irracionales y muy malas consejeras, por culpa de ellas nos perdemos las páginas pares de los libros o la mitad de la pantalla, solamente vemos una porción de la película, es como un juez que únicamente escuchara a una de las partes, es el racionamiento del fan y del militante que ve el mundo desde un bando.

Me dice que su familia le enseñó buenas maneras, ¿hubiera preferido lo contrario? Yo recuerdo a la mía que en Semana Santa nos llevaban, a mí y a mi hermano, a ver “monumentos”, tal vez por ello, y modestia aparte, siempre hemos procurado distinguir el original de la copia.

No se conforme con la segunda, ya sabe que América y la sopa de ajo la descubrieron nuestros tatarabuelos.

La blasfemia es una de las formas de la ira, que dioses templados y comedidos la acompañen a Vd, no hay muchos que lo sean, la verdad.

Saludos.

Marga dijo...

Señor Peletero, no, no vale... suelo parecer más categórica de lo que soy en realidad pero en verdad disfruto de la blasfemia y los gruñidos y sí, lo reconozco, la templanza no es lo mío, ays. Las familias marcan, ajá, en eso estamos de acuerdo, y la mía se asemejaba a los galos y sus banquetes con un toque de dialéctica aunque siempre apasionada... y nunca hubiera preferido lo contrario de lo que me enseñaron. En ningún caso, se trataba de una autoironía, siempre estuve más que satisfecha con la educación recibida por parte de ellos (salvo en la adolescencia, claro, quién no?)


Pero no me sirve decir que se trate de prejuicios, le aseguro señor Peletero que, si de la Iglesia se trata, tengo fundadas razones para despreciar su existencia. Existe una paradoja, a ellos les basta con la fe para justificar sus ideas, pero un descreído siempre debe justificarlos con conocimientos. Y así me gusta y así practico...

Dónde el original? Es sencillo en mi caso, admito cualquier tipo de creencia por parte de los demás (y las hay muy extrañas, usted debe saberlo, basta con observar y escuchar a nuestros semejantes) siempre y cuando no pretendan interferir en la vida pública ni en lo que yo respeto como bien común y por supuesto tampoco en mi devenir personal. Y el hecho de que la iglesia detente una existencia milenaria no le otorga mayor derecho, no en mi entendimiento. Y no, no soy sectaria, no son los únicos malotes en mi haber pero cargan con suficientes infamias como para justificar mi rechazo (que no odio).

La templanza, señor Peletero, no anda reñida con el criterio propio ni con la elecciones ideológicas ni vitales. Eso pienso, quizás esté equivocada.

Pero le aseguro, mi pose de “contestona” no es más que un juego que me traigo, me divierte provocar, no puedo evitarlo, jeje, pero no así mis ideas, suelen estar meditadas y fundadas. Aunque este medio a veces limite y no sea el más apropiado.

Saludos sin deidades por medio.

(Y paso a leer sus nuevas entradas, mucho más interesantes que mis ideas antitodo)

El peletero dijo...

La antigüedad de alguien no es garantía de "bondad", en todo caso de experiencia, yo prefiero la segunda en lugar de la primera, y aunque tampoco garantice el acierto proporciona conversaciones más interesantes. Dónde hallar originales?, en los orígenes, naturalmente, y en ocasiones muy especiales en los finales. El Barroco fue uno de ellos, un final magnífico.
Saludos, Marga