Lecciones desordenadas y fugaces de anatomía barroca.
5. El cuerpo.
Falte o sobre realidad en una obra de arte, de Velázquez siempre se ha dicho que no nos muestra la Naturaleza, y sí solamente una pintura, eso es lo que él quiere que veamos y lo que busca el Barroco, encontrar su especificidad como hecho óptico que se exhibe y que al hacerlo forma y conduce la mirada del que lo contempla, sus telas, y las construcciones arquitectónicas barrocas, son una representación, una nueva realidad que quiere ser original en su “mismidad” y no una simple copia de algo externo a ella. La realidad (la Naturaleza) no es una imagen, si bien, una imagen es real.
“El cuerpo del hombre es siempre la mitad posible de un atlas universal. Sabemos que Pierre Belon trazó, hasta el más mínimo detalle, la primera lámina comparativa del esqueleto humano y el de las aves: se ve ahí “el alón llamado apéndice que está en proporción en el ala, en lugar del pulgar de la mano; la extremidad del alón que es como los dedos en nosotros” (“Histoire de la nature des oiseaux”, París 1555, p. 37, P. Belon) Toda esta precisión sólo puede ser anatomía comparada para quien la ve armado con los conocimientos del siglo XIX. Sucede que la reja a través de la cual dejamos llegar hasta nuestro saber las figuras de la semejanza, corta de nuevo en este punto (y casi sólo en él) lo que había dispuesto sobre las cosas el saber del siglo XVI.” (“Las palabras y las cosas – Las cuatro similitudes, la analogía”, Michel Foucault)
La fidelidad de una imagen, su naturalidad, es, en último término, una virtud psicológica y cultural, la cuestión básica pues, no radica en el grado de veracidad ni de verosimilitud y sí en el poder de evocación que una imagen posee. No obstante, el pintor Barroco, y después el pintor moderno, con Manet y Cézanne en su cabecera, pretende “desconectar” las imágenes de su inevitable “naturalismo” y de sus histories y conseguir que en una pipa dibujada no veamos ninguna pipa y sí y solamente una pipa dibujada, algo así como mirar igual que lo hace un recién nacido, o un moribundo, mirar por primera vez.
“Si bien Manet se encuentra todavía en el ámbito del naturalismo renacentista, aunque sólo sea como estrategia para desmontarlo, a partir de Manet los valores pictóricos puros van a substituir a los discursos legitimadores como fundamento de la pintura. (...) Manet hace enmudecer el discurso erótico y sensualista que presenta el desnudo femenino como un objeto de contemplación, en igualdad con cualquier otro objeto de la naturaleza. La Olympia de Manet no fue pintada para la recreación imaginaria de la forma de un cuerpo femenino en calidad de objeto natural, sino con el propósito de que ese cuerpo pasara a segundo término. Es la pintura misma la que ahí usurpa el protagonismo del cuerpo, no como “admirable habilidad” en la reproducción de un objeto perceptible, sino en tanto que ejemplo de pensamiento. Y es que Olympia no es una mujer: es una teoría de la pintura”. (“Manet le quita la palabra a Goya”, Félix de Azúa)
El cuerpo, y con él el resto de la realidad, comienza a “desdibujarse” y no se detendrá hasta su absoluta disolución en un fundido en negro cinematográfico que nadie, ni siquiera Malevitch, supo no dibujar. Ese “no dibujo” es también natural pues un ser “natural” lo ha concebido.
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Da la simetría ojos, como dijimos, la anatomía vista: entra, pues, ahora la perspectiva a encaminar a su fin, que es el objeto; porque el que mira cosas de arte sin él, aunque tenga ojos y vista, no mira bien, porque mira atravesado, este vicio lo purga la perspectiva... por falta de este conocimiento he hallado hombres de mucha opinión y práctica que han hecho sus historias amontonándose unas con otras las figuras... y ciertos se ha de maravillar que, siendo tan principal este estudio, y no dificultoso de aprender, no se hayan dado a él, habiendo pasado por mayores dificultades, cuando en este ejercicio, con sólo compás y regla y una buena elección, se puede ejecutar diestra y seguramente, colocando todos los cuerpos de su obra en su término debido"
"Discursos practicables del nobilísimo arte de la pintura" (1675), Jusepe Martínez (1601-1682).
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