Y 3.
Cuando de joven estudié Historia y Retórica, griego y latín, un viejo profesor que había ejercido de tribuno en los primeros consulados de Mario me insistía que vivimos en una ciudad que siempre se lleva a cuestas y de la que no podemos escapar, que ella también es un raro jardín y una cárcel al mismo tiempo, un pesado fardo, un coto cerrado, amurallado. Aunque los demás, decía, son igual que tú no te ven, nadie se reconoce a pesar de estar hechos todos con la misma sustancia, los bárbaros y los esclavos igualmente y mucho más las mujeres, los seres más parecidos a los hombres aunque estén constituidas al revés que nosotros, el afuera está adentro y el adentro está afuera, para entrar en ellas hay que salir y para salir hay que penetrar en ese recóndito lugar, vacío y lleno. No esperes ser el único, multitudes pueblan ese hades que también es, curiosamente, tu casa, el cielo entero, vivos y muertos lo habitan, reales o imaginados, con ellos deberás compartir tu anhelo de la mejor manera que sepas aunque para tu seguridad no cedas a tu mujer ni una lágrima, ni un lamento ni muchos menos ningún halago, no es ella la que yace contigo, es otra que no conoces ni tampoco conocerás, nadie te mira, nadie te ve excepto tú. No permitas pues que profanen tu templo, ese fantasma que arrastras desde el día en que tu madre te parió, tu deber será liberarlo de extraños y de mercaderes aunque tengas que usar el látigo, de ladrones y de mentirosos, si quieres saber algo habrás de vivir solo aunque vivas acompañado. Piensa, concluía, que el daño del mundo es consecuencia de alguna clase de traición y de promesa no cumplida, en los tratos y en las infidelidades y lealtades rotas nace el rencor y la venganza. Cumple pues, y de buena gana, los compromisos, lava tus muertos y recoge con tus propias manos sus cenizas.
Sexta se pega a mí como una babosa, con las piernas abiertas y encogidas me atrapa en su seno, su sexo es una boca sin dientes, algo debe de tener roto por dentro porque no logra quedar embarazada; es una oquedad que atraviesa una montaña, no hay nada al otro lado, tan profunda y natural como un pozo, igual que la más simple de las mujeres que también quiere un nido aunque no sepa volar, odia y ama, como afirma Gayo Valerio Cátulo en uno de sus poemas, ¿cuántos besos le son bastantes?, se pregunta, tantos como granos tienen las playas de Libia, se responde a sí mismo, tantos como estrellas contemplan las noches los furtivos amores de los hombres...
Siempre muda, siendo igual se transforma, silenciosa, callada, estática, paralizada desde el principio se arrastra lenta como un conejo asustado y me susurra su calma y su miedo como si yo fuera un caballo al que hay que domesticar, un asno de orejas largas y falo desmesurado, pero no es así, no soy eso ni mi pene mide más que la palma de mi mano abierta.
La ceremonia nupcial ha sido sencilla y estrictamente privada, hemos aceptado los bienes que Prócula aporta a través de su hermano como dote. Mi padre ha testado a mi favor y yo al de mis sobrinos. Ese ha sido el trato.
Uno de los hombres que maté, y que habían ocupado la casa de la ya mi esposa, era un facineroso, un bandido, hijo del acreedor principal de Cneo, el hermano de Prócula. Ya veo llegar a los esbirros que enviará para vengarse. Los matones que me cortarán el cuello están esperándome en la próxima esquina y aunque sabré defenderme no tendrán piedad de mí como yo tampoco la tuve de ellos.
Ya soy un hombre muerto, lo soy desde hace tiempo. Estamos a primeros de junio y hace fresco, las noches no son lo claras que deberían, está lloviendo como si volaran gorriones, entre sus alas pétalos, nubes y el agua de los ríos de la luna que sin saberlo regará esos jardines llenos de nada y de cerezos.
2 comentarios:
No sé cuántas veces he leído está fantástica historia .
No convertir la alegría en un sinsentido es otra más de las buenas enseñanzas que han evolucionado al revés al son del paroxismo consumista.
Hoy se considera abuso ganarse la prostituta a los dados a cambio de ofrecer tu vida para que los demás vivan su alegre sinsentido, y hoy los hombres han olvidado que las mujeres hay que conocerlas saliendo dentro de ese “recóndito lugar, vacío y lleno”. Y las mujeres no comprendimos nunca que debimos aprender a jugarnos a los dados el servilismo masculino y para hacerlo habría que entender que a ellos siempre hay que entrarles fuera.
A estas alturas ya todos somos vivos muertos, aunque nuestras manos no estén llenas de sangre ni nadie nos la tenga jurada. Nadie tendrá piedad de nosotros por mucho que nos la merezcamos. A ambas, piedad y muerte.
Me alegro que le haya gustado, apreciada Gaia.
Yo no me refería exactamente al “paroxismo consumista”, sino al paroxismo de la fiesta.
Cuentan que no hay dictadura que dure muchos años si, a cambio, no ofrece algo “bueno” a los sometidos. En este sentido la larga historia de la prostitución no se explica únicamente por la malicia masculina.
Ya lo dicen los que saben, es decir, los muertos, que todos hemos nacido para morir y que la vida es solamente una rara manera de despistar.
Nadie se merece nada especial, o, en todo caso, que no espere merecerlo, se evitará decepciones.
Saludos.
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