miércoles, 25 de mayo de 2011

El peletero/Amor y hierro (11 de 15)

Amor y hierro. (11)

Cualquier imagen es un tratado filosófico, un artilugio pensante y maquinal que representa al mundo en su lugar.

¿Las personas son máquinas, o las máquinas son personas?, ¿tienen derechos igual que los animales?, ¿deben votar en unas elecciones como hacen perros, gatos y boas constrictor?

La máquina nos interpela continuamente sobre el otro que tenemos fuera o dentro de nosotros.

¿La máquina es un feto, una criatura informe que expulsamos sin miramientos porque no se parece a nada, como si fuera un pez?, ¿o hemos de permitir que nazca y que pague impuestos?

¿Es factible la inteligencia artificial?, ¿lo es la natural?, ¿ambas son una quimera?, ¿una simple tesis?, ¿una invención?

¿Las máquinas tienen plumas o escamas?

¿Hemos de pedir que una máquina sea inteligente para acostarnos con ella o no es en absoluto necesario como tampoco lo es cuando lo hacemos con un semejante vivo, humano o animal?

Todas ésas son preguntas que me perturban y me desasosiegan más de lo debido cuando cada noche rompo las monodosis de lágrimas artificiales que mis ojos enfermos necesitan para no resecarse y seguir viéndose a sí mismos en los ojos de los demás.

¿Soy yo el que me mira desde el espejo o es mi ángel de la guarda? ¿Es un TBO?

Cuando era joven y sano pensaba que la vida era una consecuencia lógica del amor, el secreto de una lo era del otro y viceversa, un hallazgo, una casualidad, una sugerente conversación perspicaz y sutil que debía desarrollarse entre seres libres e iguales, una danza, un afortunado cóctel de palabras y de gestos, de caricias, un intercambio, una ofrenda sagrada en un diálogo común y estimulante, rico y provocador que lograba encender el sol y llenar mi vida de alegría. Pero...


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