lunes, 20 de diciembre de 2010

El peletero/La aguja del pajar (71)


Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

71. La Venus de Milo.

Monsieur Dufrenne, en su “Pintar siempre”, nos propone una magnífica sugerencia que ya hemos mencionado sin citarlo, la idea de la obra de arte como ingenio terminado, no en el sentido de ser un elemento del pasado y sí como una obra ultimada, incluso y a pesar de presentársenos mutilada. En el “siempre” de su “Pintar siempre” creemos hallar ese presente que siempre pasa y que nunca permanece. 

“Cuando miramos la Venus de Milo no hemos de imaginar una mujer entera; a esta piedra mutilada no le falta nada, como tampoco a un torso de Rodin; la estatua aparece plenamente, gloriosamente sin defectos; lo que queda en los lindes del ser, sin acceder al aparecer, es el mundo que abre este mundo indefinible de la gracia y la serenidad”.

“¿El pintor ve su obra o la imagina? (…), la ve producirse a medida que la trabaja. Éste es el secreto del hacer: el pintor no tiene la pintura en sus ojos, sino en sus manos. También él, por tanto, responde con todo su cuerpo a la llamada de la obra; como el espectador, pero para estar presente en lo que hace, y no en lo que está hecho.”

Eso es así, pero es indudable también que el ojo “hace y pinta” la pintura al mirarla, cada espectador la reconstruye, bien o mal, pero la inventa casi de nuevo, incluso cuando, fuera de lugar y de manera cursi, puede sentir lástima por la falta de brazos de la Venus de Milo.
La pintura nunca está terminada, sigue pintándose a través del tiempo con las nuevas generaciones que tienen el privilegio de contemplarla, cada una ve un nuevo mundo emergiendo de entre los colores, los rastros y surcos que dejó un día el pincel.

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71M
-“Un profesor que tú no conociste, querido Víctor, un hombre obeso y físicamente desagradable, que siempre rompía las camas de los burdeles de los que era cliente, me recordaba la poca curiosidad de la gente. Las personas no buscan saber, me decía, las personas quieren ver lo que ya han visto, aprender lo que ya conocen y oír lo mismo de otras veces, lo nuevo los aturulla y pone en evidencia su ignorancia.

Si desea seducir a alguien, dígale, continuaba mi profesor, lo que espera oír, alábelo, pregúntele por sus cosas, interésese por su vida y su persona. Consiga que sea él el que hable mientras usted no cuenta nada de si misma.” (La madeja. Cartas a un amigo.)

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71H
-“Querida Verónica, un burdel es el lugar más propicio para el simulacro. Las putas no son más que eso en la inmensa mayoría de los casos, unas simuladoras. Su «caché » es más consecuencia de esa capacidad de fingimiento y engaño que de su buen cuerpo. Por otra parte, excepto los imbéciles, nadie cree que todo lo que ocurre en el cuarto sea verdad.

Un burdel que se precie debe tener espejos encima de la cama y en los lados, por todas partes, cuantos más mejor. ¿Para qué?, para mirarse como si el que fornicara fuera otro, ése es el atractivo de verse en un espejo. Uno se ve a sí mismo cuando logra verse como otro”. (El hilo. Cartas a una amiga.)
 

5 comentarios:

Inés González dijo...

El pintor se imagina, ve y construye la obra, aunque en esta andadura ese acto, esa pulsión creativa te lleve por derroteros inimaginables, y digo inimaginables porque rara vez el resultado tiene que ver con eso imaginado.
Pareciera que el impulso del cerebro-brazomano fuera por donde quiere o quizás responda fielmente a ese crisol incandescente llamado Ello, lo visualizado, lo imaginado de manera consciente es otra cosa.
Como es otra cosa el hacer, la destreza de la mano y el pincel, la laboriosidad del artista.
Todas estas sensaciones y acciones constituyen el acto de crear una obra, a veces hay un gozo enorme, enorme, otras un tormento sordo, un gran desasosiego.
La pintura es una especie de amante impredecible, siempre te sorprende, te contiene y te abandona, allí radica su magia, su enganche.
Como el secreto que guardan los espejos, al mirarla estás convencido de ser otro.
Un abrazo

Inés González dijo...

Peletero, sigue sin funcionar tu casa verdadera, he probado poniendo la palabra absurda que te pide al final, pero nada, creo que aceptan los comentarios de tus otros seguidores porque son de la Coctelera, empezaré a dejarte aquí mis opiniones.
Un abrazo y lo siento.

El peletero dijo...

Apreciada Inés, en relación al “acto creativo” se ha escrito mucho y no me equivocaré demasiado si creo ver uno de diferente en cada artista, y si me apuras en cada obra.

El motivo básico de la “lección” de hoy era poner de manifiesto la paradoja que creemos ver entre la obra terminada que al mismo tiempo se va construyendo permanentemente en cada ojo que la mira.

La “Venus de Milo” es un buen ejemplo de ello. Es indudable que la estatua de la diosa se encuentra mutilada, que el escultor la esculpió con sus dos brazos completos, pero que con el paso del tiempo, y al haberlos perdido, se ha transformado, sin perder ni un ápice, en una obra terminada sin estar entera.

Hay en ello también una paradoja moral, no solamente artística, las personas somos como ella, igual que la diosa, podemos ir perdiendo partes de nuestro cuerpo sin dejar de ser plenamente nosotros mismos, completos y llenos de humanidad, capacidad y dignidad. Los seres humanos también construimos a nuestros semejantes al mirarlos de cara y no a través de un espejo, y aunque les falten partes que antes tuvieron, o capacidades que nosotros poseemos, son siempre “el otro”, el único y verdadero espejo en el que mirarnos.

Saludos.

Inés González dijo...

Apreciado Peletero: es preciosa tu paradoja moral, llena de romanticismo y nobles sentimientos, pero no siempre las personas permanecen "enteras" al ser mutiladas. Hay muchas clases de mutilaciones, seguramente las físicas sean la más "visibles", están las mutilaciones del alma y de la personalidad, que dejan huellas y metamorfosis en el ser.
Las mutilaciones como su nombre lo indica pueden mutilar hasta lo indecible a un ser humano, arrancarle toda su capacidad, dignidad y valores, y lo más triste despojarlos de su humanidad.
Ojalá lo mortales pudieramos ser como la bella Venus que aún quedándole un dedo de su noble pie, seguiría siendo una obra de arte.
Un abrazo
( intentaré publicar esta opinión en tu otra casa, ya me está inquietando esta historia)

El peletero dijo...

La realidad de cada persona, apreciada Inés, nos indicará hasta que punto sus mutilaciones lo son también de su ser. Como una cuestión moral y de principios nunca es así, pero la misma vida nos va cortando las uñas hasta llegar a los dedos. Hay personas, que como las diosas del amor, siguen estando plenas con apenas un dedo de su noble pie.

Saludos.