23 Julio 2010
Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.
30. Grandes inventos.
Para el romántico el arte es un espejismo porque cree que la misma realidad lo es, una visión ensoñada, irreal, imaginaria, inventada, un mito, una leyenda lejana entre la utopía, el deseo y la locura. Y en el mejor de los casos, apenas una ilusión del presente, también del futuro, la quimera alcanza al propio pasado en un autoengaño, lo reinventa a medida.
La industrialización de Europa parece que es antiestética, grotesca y fea. Lo más horrendo, afirman, es el paisaje diferente, los nuevos humos, los olores y los ruidos que acompañan a las máquinas. La industrialización es sucia.
Pero lo peor y lo mejor de ella es el enorme éxito y el uso de un gran invento antiguo, tan importante como la rueda, o el botón, el dinero. El dinero como unidad contable empieza a circular con el mismo respirar de las personas, es tan necesario como el aire y sus corrientes.
El dinero, sin embargo, tiene mala fama, se le acusa extrañamente de su bondad, ser una simple unidad de medida que mide sólo aquello que existe. Lo hace mucho mejor y de manera más precisa que el sistema métrico decimal y la propia palabra pues todos sabemos que hay más metros que distancias medibles y más palabras que cosas, pero no hay más dinero que aquello que cuenta él mismo. Todas las trampas económicas consisten en hacer que el dinero cuente más, o menos, que lo que en realidad hay que pueda ser contado.
En el origen humano se concibe al “chivo expiatorio”, otro gran invento para purgar a las masas, y que Cristo erradica con su ejemplo y en su Sermón de la Montaña. Más tarde la ciencia descubre al tullido y las ideologías a la eugenesia.
Todavía no somos conscientes de la magnitud y las consecuencias de tal hallazgo moral, pues moral es el paso y el dilema a resolver. El tullido, físico o mental, lleva grabada en la frente una pregunta: ¿qué hacer? Lenin, en su famoso libro titulado igual, “¿Qué hacer?”, la respondió de una manera, otros a la suya y todos fracasaron en un baño de sangre. El mundo antiguo no era piadoso aunque hubiera en él personas piadosas. El nuestro, en cambio, es todo lo contrario, la ideología oficial de la modernidad es la piedad aunque pueda haber seres humanos que no lo sean. Nietzsche quiso acabar con ello y ya sabemos todos en qué terminó la idea.
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30H
-“Querida Verónica, siempre hablábamos de las apariencias. Yo te decía que si no soy lo que aparento es que estoy engañando, voluntaria o involuntariamente estoy aparentando algo que no soy. Si quiero ser un hombre sincero es indudable que he de esforzarme también para parecerlo, he de aparentar lo que soy para que así todo el mundo se haga carta cabal. Pero, aparentemos o no, siempre somos nosotros mismos incluso cuando tratamos de no serlo, como si no pudiéramos escapar a nuestro propio ser y apariencia. ¿Podemos ser algo distinto de lo que somos? Podemos imitar a otros, mejor o peor, es cierto, pero no ser ellos.
El narrador dice: “visto un traje verde”. ¿Dónde se halla la verdad?, la verdad se halla en que: el narrador dice: “visto un traje verde”
¿Es verdad que viste un traje verde? Si lo es o no es otra clase de verdad circunscrita estrictamente a la lógica del relato que no hace al caso. ¿Cuál es la verdad hasta ahora?, eso que nos cuenta el narrador es la verdad en sí misma. Quizás ésa sea la verdad de Dios y Dios vista un traje verde. La literatura se “ve”, se pude mostrar como si estuviéramos en una obra de teatro:
Aparece en escena un hombre vestido con un traje azul y exclama de cara al público: “Visto un traje verde”
O bien:
Abrió su guardarropa y extrajo un elegante traje azul. Se vistió con él y al salir a la calle se encontró con una amiga íntima y le preguntó, “¿te gusta mi traje verde?” Y ella le respondió entre risas, “me gustas más sin él”.
¿Quién miente?
Hay dos respuestas:
Respuesta primera: nadie, ni siquiera el diablo.
Respuesta segunda: todos, incluso Dios.
Ambas son eso que llamamos la verdad del arte, un traje que nadie sabe todavía si es verde o azul. Yo, por más que miro y remiro, todavía no he conseguido saberlo.” (El hilo. Cartas a una amiga.)
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30M
-“Al despertar de tus sueños hablabas, querido Víctor, del halo que los objetos adquirían. Todo, decías, parecía reverberar. El nimbo es la nube de Oort, te sugería yo, una nube hipotética que se encuentra en las afueras del Sistema Solar, y todo lo demás es, ciertamente, pensamiento improductivo y poca cosa más. Me mirabas sorprendido, no sé si por mis palabras o por mi halo, pero me mirabas y me mirabas y me volvías a mirar, sin tocarme y sin dejarme de mirar me mirabas de nuevo como si al mirarme nunca me vieras.” (La madeja. Cartas a un amigo.)
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