viernes, 23 de julio de 2010

El peletero/La aguja del pajar (25)

12 Julio 2010

Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

25. La Casi Vida
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Mi viejo amigo de profesión innombrable y asesina del que ya os he hablado decía:
“El ser humano siempre se ha sentido interesado por todo aquello que se mueve. Tanta ha sido la sugestión que ha manifestado por el fenómeno del movimiento que nunca ha dudado en procurar plasmarlo de una o de otra manera. Su empeño ha sido constante, firme y decidido, y hasta que no apareció la fotografía, la pintura y la escultura fueron las técnicas más apropiadas para conseguirlo.

No menos resuelta ha sido también su propensión para todo lo contrario. La inmovilidad parece esconder un misterio de otra clase, un secreto que seduce y da reparo desvelar. Sin embargo, la audacia humana no tiene límites. 

El arte, y más concretamente la pintura, consiguió convertir en género el retrato de cuerpos muertos, comestibles o de adorno. Piezas de caza, frutas y flores, incluyendo también jarrones y platos, básicamente, aunque el repertorio es inagotable.
En todos esos casos nos paseamos a lo largo de un linde no trazado por ninguna señal o marca en el suelo.” (“Still Life”, el peletero).

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25H
-“Un día vimos juntos por televisión un reportaje sobre Balthus. Tuviste celos de sus pinturas, no tanto porque yo las coleccione en mis palacios romanos de piedra gris, si no porque tú no eres nunca el modelo que en ellas aparece pintado. Te molestó también que alabara la hermosura de su esposa japonesa, y la de la hija de ambos que retiene lo mejor de las dos razas. Para disimular enfaticé con desgana la juventud de la muchacha como si fuera un reproche, un defecto de carácter o un error en su vida. Pero la madre es una mujer mayor, añadiste, por eso te gusta más. Es cierto, te respondí, ten en cuenta, sin embargo, que esa esposa asiática todavía sigue siendo mucho más joven que él, un anciano de cuerpo frágil y cabeza aún dispuesta a seguir pensando. ¿Por qué pintaba esta clase de cuadros, de niñas y jovencitas en escenas falsamente equívocas, y disimuladamente explícitas? No te puedo responder, tal vez por dinero, yo solamente colecciono sus pinturas que guardo en mis suntuosos palacios mentales de invierno y de verano, no las pinto. Pero las miras y sólo deberías mirarme a mí, me respondiste. Sí, pero debes agradecerme que a ti no te colecciono.” (El hilo. Cartas a una amiga.)

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25M
-“Antonio T. me quiso por que sabía francés, y porque me gustaba estar con él en la cama. No le fui fiel pero le fui útil traduciendo sus cartas, no paraba de viajar a Francia y de visitar a sus amigos de París. Pero a ti te seduje porque hablaba griego, y aunque sería fácil con ello hacer bromas tontas tú nunca las hiciste. Me llamabas Andrómeda y me señalabas con el dedo índice en el cielo estrellado. El Egeo te devorará, te anuncié, y tú me respondiste que te morirías en las riberas del Indo cabalgando elefantes conmigo a tu lado. Pero terminarás enterrado  en alguna grieta africana cazando leopardos, gacelas y guepardos. Ya sé que estamos locos o solos, pero, dime, ¿qué puedo hacer?, haz callar a las hienas, ven y mata a los osos blancos que acechan mi casa, regálame por fin la manta de lobo marino que me prometiste, cuéntame aventuras de marineros de barbas canas, háblame de torpedos y de periscopios, de barcos que se hunden y de ballenas desdentadas que devoran la estrella de la mañana. (La madeja. Cartas a un amigo.)

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