miércoles, 21 de julio de 2010

El peletero/La aguja del pajar (23)


7 Julio 2010

Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

23. La muerte y el nombre.

Rostro, muerte, imagen y soledad, son otras cuatro esquinas también, y en su centro acaso hallemos a la libertad o a esa nada abandonada, posiblemente las ocho formen a su vez los verdaderos nombres de los vientos que arrastran las velas blancas en su deambular.

En el rostro, o nombre, se encuentra la vida y la muerte, y en su imagen o apariencia vaciamos nuestro deseo como si nosotros fuéramos la copa y ella nuestra boca. El deseo es la conciencia de esa muerte, y el vino vertido su olvido breve en otra clase de expiración y tránsito, una enajenación vulgar y escasa que algunos llaman éxtasis. En ese olvido que proporciona Eros y su placer mezquino remendamos el desgarro como si cosiéramos la herida que igual que nos da la vida también nos mata cada día.
 
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23M
A ti, aparte de tus tres ases, Chanel, Dior y Balenciaga, te gustaban Lacroix y Lagerfeld. Valorabas a YSL, pero nunca te gustaron aquellos hombros tan rectos, decías que había situado la cintura a la altura del cuello. Señalabas que el cuerpo del hombre tiene tres anclajes que lo sujetan al suelo, y que el de las mujeres cuatro. Los del hombre eran la cabeza, los hombros y la cintura, justo cinco centímetros por encima de la cadera. Y que a la mujer le debíamos añadir el de los pechos, el más notorio y al mismo tiempo el más resbaladizo. Yo poseía uno más, el de los pies y tú añadías que mi nariz también merecía serlo, tenías toda la razón.

Las naranjas sí son azules y cuadradas como las manzanas, el Universo no es infinito y los animales son dioses con nombre.” (La madeja. Cartas a un amigo.)

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23H
“Ya sabes, querida Verónica, que tengo una relación nada habitual, para los tiempos que corren, con los animales. Yo también tuve uno cuando era niño, un jilguero que mi padre atrapó en un palacio vetusto y lleno de fantasmas, caballeros espadachines y damas escotadas. 

El nuestro es un mundo que sufre básicamente de dos graves síndromes, uno es el de Estocolmo, que ahora no viene al caso. Y el otro es el de Peter Pan, el responsable de que a los animales se los trate como a personas. 

El otro día, en la civilizada Holanda, prohibieron la zoofilia. Es una lástima, ya que ahora ya no podré consumar mi amor con aquella estrellita de mar que me tenía enamorado. Era roja y azul y me gustaba su manera de callar”. (El hilo. Cartas a una amiga.)

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