martes, 22 de junio de 2010

El Peletero/La aguja del pajar (0)


10 Mayo 2010

La aguja del pajar.

Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

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Para Verónica, te lo prometí un día y ahí lo tienes.

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0. Presentación (1 de 2).

Mi nombre es Antonio T., buenos días y sean bienvenidos a este curso que tengo el honor de impartir, y que, de una manera vaga pero premeditada, he titulado, “La aguja del pajar. Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura”.
 
Gracias por su asistencia, por su interés y por su ilusión, que doy por descontados, y gracias también por la confianza que depositan en mí.

Antes de empezar las clases quiero aclarar que las siguientes lecciones que vamos a desarrollar en los próximos días no son obra mía, provienen todas ellas de una mezcla variopinta y desencajada de estudios, ensayos, monografías y escritos diversos de dos antiguos alumnos míos, Víctor y Verónica. 

La importancia de ello es obvia y evidente. Mi responsabilidad sobre los trabajos mencionados ha consistido sólo en tratar de ordenarlos de forma coherente para obtener la necesaria consistencia pedagógica que todo curso o seminario requiere. Sinceramente, dudo haberlo conseguido, ustedes me disculparán si ellas siguen ajustándose fielmente al título y continúan estando desordenadas y siendo más imaginarias y supuestamente poéticas que lecciones o conferencias bien trenzadas y tejidas. 

Su valor, como la vida, está en su verdad, ella es el orden y el ritmo, es el río que pasa, es el recuerdo y es el mar helado que un día nos atrapó en una mirada alucinada. 

La verdad es también el tiempo que para, el momento que se detiene en nuestros labios y en nuestras voces para escuchar el arpa. En ella se encuentra lo que nunca pudo ser, la verdad alimenta y mata, la verdad es un nombre, la verdad es una palabra, la verdad es alguien, es un jilguero, es un eco, la verdad no es nada.

Así pues, el presente curso que hoy iniciamos y que constará, como ya conocen, de tres clases semanales -los lunes, los miércoles y los viernes, a las doce del mediodía, excepto festivos-, hasta completar ciento once, corresponde y se fundamenta en unos textos ajenos a mí, no son mis palabras las que pronunciaré, yo no las escribí ni antes tampoco las pensé. Un necesario sentido de la decencia me obliga a desvincularme de su autoría.

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