jueves, 6 de mayo de 2010

El peletero/Tres/Y Tres



5 Febrero 2010

Y tres.

Te llamabas Luisita Calle y terminaste con tus brasas atrapadas bajo un manto de lava reseca.

« Ils ont demandé d'une voix tranquille un toit pour s'aimer au coeur de la ville, et je me rappelle qu'ils ont regardé d'un air attendri la chambre d'hôtel au papier jauni. Et quand j'ai fermé la porte sur eux y'avait tant d'soleil au fond de leurs yeux, que ça m'a fait mal, que ça m'a fait mal... » (1)

Mientras me amabas los meteoros se derrumbaban y mis bólidos blancos tomaban la salida lanzados a una carrera loca en la que debían competir con los cometas, siempre más veloces y sempiternos triunfadores. Mis torpedos tuvieron tambien que luchar con los querubines afeminados y trompeteros, y con los diablos burlones que soplaban los cuernos, las trompas de Falopio, las cornetas y los clarines del Día del Juicio Final.

Pétreos o férreos, de cobalto o de fósforo, los aerolitos celestiales terminaron siendo apenas unos tristes pedazos de diamante ennegrecido envuelto en un papel de regalo brillante, satinado y crujiente como una cerilla chamuscada.

El lazo fui yo, mis besos y mis brazos que te rodearon enamorados como la luz zodiacal que envuelve al mundo en cada crepúsculo y en cada madrugada, luminaria misteriosa, tímida y temblorosa frente a tanta oscuridad cósmica, de pozo profundo y vacío, que por no tener no contiene ni cuatro deseos de amor, salud o dinero.

Pero mis besos te dieron aquellas palabras que nunca podrás olvidar.

Te llamabas Luisita Calle y jamás llegaste a ser el vulgar oro de un alquimista mentiroso y charlatán, ni tampoco el silicio acristalado, ni el neón luminoso de un bar de carretera.

Fuiste mi diamante, mi calle, mi llave y mi puerta, la piedra negra de mi camino, la más bonita de todas, fuiste mi reina, la almendra de mi anillo triple que un día refulgió entre las brasas de una cama en una habitación de hotel.

Siempre fuiste la mejor, y la peor también, mi canela en rama en mi alma india.

« Et je me rappelle qu'ils ont regardé d'un air attendri la chambre d'hôtel au papier jauni. Et quand j'ai fermé la porte sur eux y'avait tant d'soleil au fond de leurs yeux que ça m'a fait mal, que ça m'a fait mal. » (1)

Pero todo eso sucedió en un instante, y todo terminó, la media luz, la penumbra dulcemente dolorosa, la lluvia gozosa de cohetes, las bombas, los bólidos, los cometas de cola larga y las explosiones de lava, de sangre, de esperma y de ceniza. Los estallidos de nuestras bocas juntas en aquellos besos inmortales

Todo ocurrió en un solo día con su noche entera, en aquella oscuridad eterna que nunca terminó de ofrecer su mundo completo y su luz sincera. Tinieblas entre las luces de un anochecer y una aurora, lejana ya y solitaria ahora. Toda una vida en una sola sombra con sus siete mil leguas y sus siete ciclos enteros en aquel fulgor perpetuo que iluminaba mi corazón, entre el arcobaleno y el fin del tiempo.

« Il me semble encore les voir arriver... Ils sont arrivés se tenant par la main, l'air émerveillé de deux chérubin portant le soleil. » (1)

(1) “Les amants d’un jour”. Edith Piaf

2 comentarios:

Ventana indiscreta dijo...

Entre tanta metáfora el beso revienta y, a decir bien, sólo revienta en el pulso más acertado del inicio:

Y, al final, el simplismo nos dice -el simplismo de la experiencia- como dice Stuard Merrill en su 'Chambre d'amour',

Dans la chambre où, le soir, s'aimèrent tant de morts!

El peletero dijo...

Pues quizás tengas razón.

Saludos.