10 Marzo 2010
Día cinco.
Muchos opinan que es mejor ser dueño de nuestros silencios que esclavo de nuestras palabras, sin embargo, siempre he pensado que ellas están para ser dichas, sean las que sean, si hay algo que deba decirse ha de ser dicho.
Mientras se calla el tiempo pasa y mientras se habla el tiempo para, esa es la disyuntiva, las palabras no tienen vuelta atrás, por eso hay que ser muy cuidadoso al pronunciarlas.
- Sólo te busco a ti- insistió.
- ¿A qué esperarás?
- Te esperaré a ti, ya sabes que yo soy la rosa salvaje que te busca. (1)
- Deja la poesía para otra ocasión.
- Quizás debamos callarnos los dos.
- Te lo pregunto de nuevo, ¿a qué esperarás tú?
- A que se vayan estas visitas que dices que vendrán en octubre, siempre acaban por irse, ya lo sabes, todas se marchan, ninguna se queda. Ésas también terminarán por zarpar, de una forma u otra lo harán, lo sabes, ¿no?
- Sí, lo sé.
- ¿Quince días?
- Ni uno más, amor mío.
- Trato hecho.
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