13 Enero 2010
Los pies y una liebre muerta con fusil.
Cuando veas su puño salir directo hacia tu rostro deberás ladear un poco el cuerpo hacia tu derecha, lo suficiente para dejar pasar el martillo. Es entonces cuando habrás de hundir tu espada, toda tu mano y tu brazo izquierdos en su hígado, hasta lo más hondo.
Con tus dedos llegarás a tocar la pared del fondo, con la fuerza y la precisión necesarias para romperla. De esta manera tan fácil habrás ganado la partida y el cuento se podrá dar por terminado.
Antes, solamente pantomima de manos, baile de pies, un poco de cintura y de cadera y un algo de cabeza.
Movimiento de cuello para despistar a tu pareja, que siempre es, en todos los casos, pareja de baile.
Con la piel de la liebre me haré unos manguitos, tengo frío en las manos, hace siglos que no te toco.
4 comentarios:
Este relato me ha cortado la respiración...hasta siento el crepitar de los tejidos.
Esgrimes un buen texto.
Un conejo siempre sería más lábil y el matarlo no tendría la consideración de triunfo.
Ya sabes, apreciada Inés, que un buen “tango” corta la respiración.
Saludos.
Un conejo es más lábil porque es más frágil, es un ser precario como una lagartija, y por ello hábil y escurridizo, todos los buenos supervivientes son grandes expertos en la huida. Por eso es también un gran triunfo cazarlo.
Saludos, Ventana.
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