martes, 5 de enero de 2010

El peletero/Ángela (16 de 20)


29 Junio 2009

16. Daniel se compromete en matrimonio.

Mi amigo quedó estigmatizado en su ambiente social. Heredaba la fortuna de su esposa y eso siempre es feo. Es un hecho al que le falta dignidad heroica, es una riqueza burocratizada, sin mérito. Yo pienso que también es envidia, pero nadie puede penetrar en la mente de los demás.

Dos años más tarde Daniel se casó de nuevo. La nueva esposa se llamaba Ángela.

Sí, era Ángela Martínez López y era la hija de su ama.

Él me llamó para darme la noticia y lo hizo como la cosa más normal del mundo y lleno de alegría. Me contó la historia de un reencuentro casual con ella, que a raíz de él se habían ido frecuentando hasta terminar enamorados el uno del otro.

Me quedé boquiabierto, no daba crédito a lo que oía.

Todavía no sé por qué lo hice, no sé si fue un error o todo lo contrario, en aquel momento no lo pensé. El caso es que le pregunté directamente como si él mismo me lo hubiera contado, o como si yo dudara o estuviera confundido, o como si mezclara historias diferentes de personas distintas. Le dije: “Pero oye, Daniel, ¿en aquellos años que cuidaba a su madre, tu ama, vosotros dos no habíais sido ya amantes?

¿Amantes?, no, ¿de dónde sacas eso?, me respondió después de mantenerse unos instantes en silencio.

No sé, creo recordar que me habías contado algo, le respondí. No estoy seguro, le dije mirándole a los ojos, pero juraría que sí, que me contaste que os veíais cada jueves por las tardes en la casa que compraste para su madre y donde ella también vivía.

Las pupilas de sus ojos se dilataron y su sonrisa le desapareció del rostro, que adquirió un tono más rosado.

Fuiste tú mismo el que me lo contó, ¿no lo recuerdas?, terminé por preguntarle.

No, amigo mío, no recuerdo nada de eso, respondió mirándome sereno y de una manera que no sabría describir. Las palabras nunca han sido mi fuerte.

No me mires así, le dije. Debo de haberme equivocado.

Me seguía mirando igual.

¿Sucede algo malo?, le pregunté. Ya te he pedido disculpas, soy tu amigo.

Eso espero, me dijo manteniendo la mirada.

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