8 Mayo 2009
38. Epílogo.
Este es un mal epílogo porque es difícil terminar una historia que no tiene final y que tampoco ha tenido principio. Ni siquiera ha sido ni es una historia. Sólo ha tratado de ser una evocación imaginaria de cosas que no han sucedido a través de una conversación entre dos personajes de ficción, “El peletero” y “El Gordo”.
Ambos querían hablar de identidades falseadas siéndolo ellos dos de mí, un disfraz que me oculta y trata al hacerlo de protegerme, no son yo aunque hubo quien creyó que sí. Al final los dos personajes han terminado conversando del paisaje, de seudónimos y de caricaturas, de esos “no lugares” y de la poesía que suponen poseer y necesitar ambos para tratar de ser alguien.
El Gordo ha sacado a colación un oxímoron que titula una película que nunca me ha gustado. En ella se desarrollan unas escenas en una gran mansión a las afueras de Nueva York. En ese palacio tiene lugar una fiesta, todos los hombres visten capa, trajes oscuros y esconden su rostro tras una mascara veneciana. En cambio las mujeres que también llevan antifaz, están todas desnudas. Unos y otros conversan y fornican por las esquinas. Ellos han pagado por asistir y ellas, bellísimas y esbeltas como modelos, son unas prostitutas que hacen muy bien su trabajo
La película es la última que dirigió Stanley Kubrick, “Eyes Wide Shut”, basada en una novela corta titulada “Traumnovelle” (relato soñado), escrita en 1925 por Arthur Schnitzler, fue filmada enteramente en Londres. Sin embargo, la acción transcurre en la ciudad de Nueva York. Los estudios londinenses simularon perfectamente sus calles y su atmósfera. En cambio, o al mismo tiempo, no fue necesario construir ningún decorado para el lujoso apartamento donde viven los dos protagonistas de la historia, marido y mujer. Para ello se utilizó el del propio director, Kubrik, y su esposa Christiane, la residencia que ambos poseían en Londres.
Es un apartamento grande, decorado con muebles y objetos caros y también con las pinturas de Christiane, una muy buena pintora naif. En la película no se retiraron esas pinturas que decoran el piso. Kubrick las mantuvo colgadas en sus paredes y no fueron sustituidas por otras. Son las mismas que él veía cada día al despertarse.
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