11 Mayo 2009
39. Traum.
Es curioso, para mí que desconozco la lengua alemana, que la traducción del término “traum”, de “Traumnovelle”, sea para el castellano la palabra: “sueño”. La etimología me parece clara y precisa por su parecido con la palabra trauma.
“Traum” significa sueño. Su origen proviene de antiguas lenguas indoeuropeas que en sus ramas germánicas dieron lugar a “Draum”, de donde proviene el inglés “dream”. Otros caminos la llevaron a convertirse en el griego “τραῦμα”, que se lee “trauma” y que significa básicamente, entre otras cosas, “herida”. O según afirma la RAE, algún tipo de lesión producida por una causa externa y mecánica, aunque también un choque o una impresión emocional con un daño duradero en el inconsciente.
Es muy sugerente que una misma palabra engendre y contenga a la vez dos significados tan aparentemente distintos, aunque quizás no lo sean tanto.
Los sueños siempre eran puertas que nos comunicaban con los dioses, eran sus caminos que nos llevaban hasta ellos. Es lógico entonces suponer que algunos pueblos, como el griego, pensaran que ese “contacto” era una experiencia dolorosa, necesaria, pero “traumática”.
Los sueños, y no solamente ellos, nos hablan de nosotros mismos, y esa es indudablemente una experiencia catártica y difícil, por ello casi nunca recordamos lo que soñamos.
Muchas culturas practican ritos de iniciación en los que se debe “soñar”. Hay muchos métodos para lograr ese “sueño” anhelado y necesario. Desde la mortificación corporal a la ingestión directa de drogas alucinógenas. En ese “traum” se desarrollan hechos y acontecimientos reveladores que casi nunca el propio interesado es capaz de descifrar. Necesita para ello la intervención del chamán. Él desvelará aquello que encierra y oculta. Será ese hechicero el que narre el cuento, pues al fin y al cabo todo termina siendo un relato, un viaje.
Algunos de esos pueblos creen descubrir en las vicisitudes de la historia soñada las claves de un enigma que no es otro que el nombre del protagonista, la verdadera palabra que te distingue de la nada, que te identifica de lo informe y de lo neutro. Esa palabra, tu nombre, tiene poder sobre ti pues ambos sois una sola cosa.
¿Cuál es su poder?, el de ser reconocido. ¿Por quién?, por otro.
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