5 Junio 2009
6. De cómo Daniel me contaba cosas de su esposa Cristina.
Daniel me contaba que al menos eso era lo que Cristina decía, aunque decir dice muchas cosas, continuaba, y algunas de ellas no cuadran con otras que dice o con otras que hace. Pero eso le ocurre a todo el mundo, ¿verdad? Todos decimos o pensamos que decimos lo que luego no hacemos, y yo no quiero discutir más, ya lo hice en su momento y no quiero seguir hablando para nada. Incluso pienso a veces que quizás tenga un amante. En cualquier caso ella ha pagado dinero por algo, es bueno que quiera cobrárselo. No me pide que me acueste con ella en la misma cama, no me exige eso. Puedo sentirme satisfecho, ¿no crees?
Pensé de nuevo que esa era también una frase enigmática, que quizás encerraba algo que Daniel conocía de Cristina y que no quería contar de forma explícita.
¿Qué era eso que no cuadraba en Cristina?
Daniel tenía razón en algo, pero era una razón demasiado obvia, casi banal. Decir y hacer otra cosa distinta nos sucede a todos, incluso, en la mayoría de ocasiones, ni siquiera somos conscientes de ello y nos pensamos que actuamos de forma coherente, que somos personas consecuentes, cuando, la verdad, pocos consiguen serlo.
¿Qué quieres decir con eso de que hace algo distinto de lo que dice?
Todo depende del dinero con el que pagas, si es tuyo o es el de otros, a todos nos ocurre igual, es una manera de hablar, ya lo sé. Cristina es una buena persona, pero no sabe porque no quiere saberlo, el origen de su dinero.
¿Qué insinúas?, ¿es ilegal?
No, no lo es, al menos no todo, solamente una cantidad pequeña, como en todas partes, eso sucede en todas las casas, pero ella no quiere saber nada. Su patrimonio lo administran sus hermanos, ellos se encargan de todo.
¿Sus hermanos saben que ha pagado tus deudas?
Ella dice que no, pero no lo sé.
¿De dónde ha sacado el dinero entonces y sin que lo sepan sus hermanos?
De sus ahorros, me ha dicho.
¿Y tú te lo crees?
No me queda más remedio. Piensa que no tiene demasiada importancia lo que hacemos mientras haya alguien que crea en nuestra palabra.
La palabra dada es una especie de salvoconducto, ¿verdad?
Sí, te redime de tus pecados si alguien la acepta, y yo, aunque no puedo hacer otra cosa, he aceptado la suya y ella la mía. Ambos hemos cumplido.
Si te quisiera hubiera pagado tus deudas y te habría dejado ir, las dos cosas, y ambas al mismo tiempo, añadí.
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