6 Abril 2009
26. Dios.
También es una buena historia para reírse lo que me ha sucedido esta mañana, me acaban de llamar del banco reclamándome un descubierto en mi cuenta corriente, lo ha hecho Alicia, la interventora, la conozco, ya sabes, esa muchacha tan encantadora que dice que es experta en arte sumerio, y que antes de la guerra había participado en excavaciones arqueológicas.
¿A qué guerra te refieres?, ¿a la sexta o a la séptima?
Creo que se refería a la sexta, aquella en que la bomba atómica arrasó Basora, ¿recuerdas?
Tienes razón, ahora ya no queda nada que excavar excepto barrer un poco el polvo.
Alicia, esa muchacha larga y alargada toda ella ha dicho las palabras correctas sin llegar todavía a la amenaza, puntualizando que le sabía muy mal, pero que no era cosa de ella, que en las oficinas centrales las obligaban a llamar y “avisar” de esa manera. Yo le he respondido que ya lo sabía, que no se preocupase por mí, que entendía su trabajo, que la comprendía. Ha sido una conversación curiosa en la que ella, una simple empleada, una esclava, se disculpaba por reclamarme un dinero que debo al banco y que la mejor excusa que encontraba y en la que había sido convenientemente entrenada y adiestrada por su “coach”, era apelar a alguien que no puede ser visto ni tocado y con el cual no puedes hablar. Un sosia de Dios.
Eso también ocurre con todas esas grandes compañías que te prestan servicios por cualquier cosa, agua, luz, gas o telefonía, si preguntas por el que decide las cosas, siempre te responderán que no es posible, que con ése no se puede hablar, como mucho escribirle una carta para dedicarle un rezo, una oración, para exponerle una súplica. Quizás no lo saben, pero han copiado el modelo divino, Dios, el que decide las cosas, está “out”, de vacaciones, de viaje, jugando a crear universos y a inventarse morales y éticas, paraísos y edenes. Te habías olvidado del Edén, otro espacio cerrado, acotado, una nueva reserva para apaches díscolos. El Edén tiene que ser el simulacro de algo, ¿verdad?, no sé de qué pero es la representación de otra cosa, quizás Dios también sea un remedo, una mala imitación, un subterfugio, una estafa.
Siempre se ha dicho que los jardines imitan y recuerdan el “Paraíso Terrenal” y que Dios, en la tradición judeo cristiana, nos hizo a su imagen y semejanza.
Quizás fue al revés.
Quizás sí, Gordo, pero dime, ¿sigues enamorado?
¿Qué?
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