25 Febrero 2009
12. El peletero.
Creo que no yerras en eso que dices de mí, aciertas, no soy una persona buena ni considerada, hablo demasiado y solamente me escucho a mí mismo, pero exageras y te equivocas cuando afirmas que no sé interpretar correctamente el silencio de los demás y mucho menos sus palabras. Aseguras que siempre las comprendo de manera errónea, en su propio significado y en las intenciones de aquellos que las dicen. Afirmas que por eso me invento personajes como tú, anómalos y desasistidos, que deben resistir por sí solos, sin ayuda de nadie, y robustecerse en los demás, ajenos al mundo y a su tiempo, asesinos a sueldo o por cuenta propia, justicieros enmascarados o simples delincuentes locos y rotos, como si fueran otros en lugar de ser ellos mismos. No soy una buena persona, Gordo, no lo soy, pero hice bien, sabes que hice bien, aunque no sea un buen estratega tengo buen olfato, soy un buen rastreador, un buen sabueso, tengo intuición y acierto a menudo. ¿Por qué?, porque me fijo en las pequeñas cosas, en los detalles. La gente cree que es difícil construir una gran mentira y que no lo es en cambio engañar en las cosas cotidianas. No es cierto, es al revés, la mayoría de accidentes de automóvil son en esas carreteras secundarias y casi familiares que nos conocemos de memoria porque cada día circulamos por ellas. Siempre dejamos rastros, siempre, aquella arruga inhabitual en el vestido, aquel comentario dicho de otra manera a como se dijo en otro momento, aquella casualidad, aquel acontecimiento inesperado, la respuesta que improvisaste, o un ruido distinto al abrir la puerta de casa. Sí, fui a ver esa exposición sobre Ballard. Eso se cuenta de él, que su mérito era ése, tratar de describir algo inasible, el presente que siempre se nos escapa y donde, según parece, se hallan las claves de todo. Martin Amis afirma en una entrevista que se proyectaba grabada en la misma exposición, que Ballard es el primer escritor de ciencia ficción que no habla del espacio exterior y sí del interior. Pero no es del todo cierto, creo, Ray Bradbury y Leem ya hicieron cosas parecidas a su modo.
Yo recuerdo a Theodore Sturgeon y su “Más que humano”, es una buena historia de “psicología ficción” y de futurismo psicológico, como esos psiquiatras y neurólogos de hoy en día, que tanto han proliferado y que escriben libros sirviéndose de sus pacientes y de sus casos, haciéndose ricos y famosos con ellos. Algo parecido, excepto por lo de rico y famoso, a eso que hiciste tú con esas cartas publicadas sin el permiso de su destinataria, su dueña; eran cartas tuyas, escritas por ti, pero para ella, a ella iban dirigidas, ya no te pertenecían, no debiste hacerlo sin su consentimiento. Me da igual saber, y lo sé, que se merecía tanto tu desprecio como tu compasión, pero debiste terminar bien con ella, peletero, y no como lo hiciste, mal, muy mal, lo cual no dice nada bueno de ti. Aunque tampoco de ella. Piensa que supe más cosas que tú porque yo también hablaba con ella, ¿recuerdas? Tú mismo me la presentaste; ella y yo conversamos durante mucho tiempo, a mí me contaba aquello que a ti nunca te hubiera confesado. Eso sí, lo hacía utilizando como excusa simplezas de la psicología popular y barata, “la bestia interior” “el jardín secreto”. Debió de haber sido más inteligente, sutil y considerada consigo misma y no caer en la vulgaridad. Pero ahora háblame de otros jardines, peletero, esos que son públicos, háblame de esas exhibiciones actuales que presentan los estamentos gubernamentales como esa que viste de Ballard, son muy interesantes en su factura y puesta en escena. Es todo un arte renovado. Al menos ellas huelen a limpio y no a depresiones y a bipolaridades de psicología popular.
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