viernes, 16 de octubre de 2009

El peletero/Meditaciones (1)



21 Enero 2009

“Quatre coses són ses duptar / qui no s poden sadoylar: / la mar, lo cony de la putana, foch, e avar, causa certana. / Puta és fiyla de satan, / car la ressembla pe rengan” (Facet, fol. 240, vv. 1605-1610).
”Cuatro cosas hay, sin dudar, que no se pueden soslayar: el mar, el coño de la puta, fuego y avaricia, cosa cierta. La puta es la hija de Satán, pues se le parece por engaño”
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Mi burdel preferido lo regentaba un transexual, por eso lo bautizó “La metamorfosis”.
Gregorio, así se llamaba la “Madame”, en honor de Gregorio Samsa, el protagonista del célebre relato de Franz Kafka, estaba viejo y gordo. Yo ya lo conocí soltero, si así puede decirse de alguien que nunca ha estado casado ni ha querido estarlo jamás, digamos que no tenía pareja estable. A mí me tiraba constantemente los tejos. No sé cómo lo hacía pero cada dos por tres se me aparecía medio desnudo, con su tanga estrecho que no podía tapar sus atributos de hombre que siempre quiso conservar. Medio en broma y medio en serio me decía que su religión le prohibía casarse, y al decírmelo, y sin venir a cuento, me miraba como si yo fuera un pollo asado. La transexualidad anciana es todo un espectáculo de vida como lo es la misma vejez, pero si a ella le añades la ambigüedad sexual del alma y del cuerpo, la decrepitud que conlleva se convierte en un raro triunfo. Gregorio era un intelectual y un poeta, y yo, aunque bibliotecario, todavía no era ni soy homosexual.
Éramos y somos amigos. Pero nunca rebaja el precio de los servicios que se prestan en su “La metamorfosis”.
Él es un hombre arruinado, aunque antiguamente su familia fue rica, y aunque ya ha recuperado casi todo su patrimonio perdido, considera que la ruina es un estado del alma, dice que no es un asunto económico y sí una actitud frente a la vida. Siempre recalca la palabra “frente” mientras me muestra uno de sus enormes y caídos pechos hormonados y me saca la lengua y la mueve como si fuera una batidora lista para hacer una buena mayonesa.
Yo, en cambio, soy un simple funcionario del Estado que trabaja en una de las múltiples bibliotecas públicas. Estoy tan viejo como él, pero no me tiño las canas ni me depilo nada más que mi sexo, me gusta verlo lampiño y tan calvo como mi glande y mi lengua, y según me dicen, a las putas también les gustan los penes y los testículos afeitados. Habrá de todo creo yo. El origen de mi familia, en cambio, es humilde, yo tengo una buena cultura y saberes que no sirven para nada, y simulo ser un hombre sofisticado y refinado, amante de placeres elevados y lector de libros eruditos. Colecciono viejas estampas y dibujos eróticos y pornográficos. He tenido unas cuantas novias que parecían ser mi complemento perfecto y yo el de ellas. Pero soy una persona envidiosa, disfruto de celos de largo recorrido. No deseo lo ajeno, me importa un rábano eso que poseen mis vecinos o amigos, pero envidio a los patricios que tenían esclavos y esclavas, o al menos sirvientas.
Por eso acudo a “La metamorfosis”, Gregorio me prepara un buen decorado que simula una mansión noble del siglo XIX, con las paredes empapeladas de dibujos barrocos, con grandes sillones y camas con baldaquines, muchas cortinas y almohadones. Yo me visto de señor y me dejo servir por varias criadas, gordas y gráciles, viejas y jovencitas. Me miman, me bañan y copulan conmigo. Del derecho y del revés, por delante y por detrás. Me dicen que me quieren y se tragan todo lo que les doy, agradecidas. O bien lo hacen a regañadientes, como si las forzara, o como si pidieran limosna. También como si se les hubiera aparecido el Arcángel Miguel, deslumbradas al desabrochar mi bragueta y extraer con ansia famélica mi maza sonrosada.
Unas veces soy el venerable señor de la casa o un anciano depravado. Otras el hijo pequeño, ingenuo y adolescente todavía, y en ocasiones soy el joven prometedor, hermoso y galante que seduce a hijas y a madres.
Otras me atan y me penetran con penes falsos de hierro colado y me dicen que valgo menos que la suela de sus zapatillas.
Las putas de Gregorio son unas buenas profesionales, las noveles y las muy veteranas. Las que dicen que son solteras y las que me cuentan que son casadas y que su marido no lo sabe. ¿Por qué eres puta?, les pregunto. Cada una me responde cosas distintas y todas, todas ellas son mentira. Pero a todas, a todas ellas les gusta que les cuente historias, que les lea libros y que les dé consejos para nada pero que parezcan que son para algo.
¿Te gustan las estrellas? Escucha: “Estrellas R Coronae boreales. Se trata de supergigantes que muestran durante largo tiempo un brillo constante, para luego, repentinamente, sufrir un descenso de varias magnitudes. Después se produce un nuevo aumento de su brillo, ya sea inmediatamente o tras una permanencia más prolongada en el mínimo. La causa permanece inexplicada. Se conocen 32 objetos de este tipo”. (1)
¡Oooh!, lo mismo que me sucede a mí, me responden complacidas consigo mismas.
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(1) (“Atlas de Astronomía”, Alianza Atlas)

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