28 Noviembre 2008
Al huir uno tropezó, y al caer se rompió la muñeca al poner las manos en el suelo, al levantarse le hirieron en la cara, pero logró regresar con media boca rota y los dientes colgando.
Ellos querían cortar el camino que salía del pueblo y que todavía manteníamos abierto. Por él nos llegaban los suministros. Cerca, tras una curva que protege una loma baja, nos despiojamos el otro día ella y yo. Era una manera como tantas de jugar al amor, besarnos y acariciarnos mientras nos reventábamos los piojos entre nuestras uñas sucias. Manchados el uno del otro le bañaba el cuerpo con mi semen acuoso y ella sonreía y se dejaba lavar, salpicar y manchar con eso, y mientras se dejaba y sonreía pedía más, y yo hacía lo que podía y lo que podía era todo lo que yo sabía hacer, que no sé si era mucho pero era todo lo que tenía y todo eso lo soltaba en ella como prenda de mi amor. Eso le decía que era y ella sonreía todavía más al escucharme decirlo sin dejar de mirarme y sonreír, agarrándome del pene y pidiéndome más.
Al oírla vi un mirlo quieto.
Y recordé que no recordaba pájaros volar.
Unos estábamos quietos y los demás estábamos muertos, o viceversa, en cualquier caso éramos nosotros, ese era el resultado de hoy.
Hoy nos matábamos los unos a los otros y mañana sería a la inversa. Eso fue todo y nada más. Nada más que eso que fue todo y nada.
La guerra cansa, pero más cansa la batalla. Se cansaron y empezaron a parar para descasar. Paramos todos lentamente, despacio, disparo tras disparo el cielo sucumbió como el mismo mar, para al final, ceder al silencio.
…pude ver el fogonazo con mi ojo derecho y agachar la cabeza, ella estaba de espaldas y cayó casi porque sí…
Todo eso sucedió hoy.
Como cuando tú te callaste.
Esa mudez no tiene nombre, ni una palabra que la denomine, creo que sé lo que es, pero es algo que no se puede nombrar, no hay boca que sea capaz ni tampoco ningún cerebro competente que la pueda imaginar, edificar y erigir. Nadie puede decir tal palabra en voz alta para que todos la oigan, no es posible, no puede ser, hay que morir ocho veces y media, creo, para tener tal potestad, y ni siquiera Dios ha muerto tantas.
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