Quan el poeta canta és millor emmudir i escoltar. Com quan em mira el pare.
Mut.
Ell sempre em dóna les paraules per respirar, amb elles i l’alè del matí en tinc prou per viure, estimar-te i recordar-te.
Prou per viure?, pare?, mare?, germà?, amic?, ocell?, bèstia?, flor?, arbre?,/…
marbre?
N’és ben bé prou, filla meva?, germana?, amiga?, amant?, nena?, riu?, núvol?, mar?, camí?,/…
filaberquí?
Ho és?, o no ho és?, o…, em cal el teu incest?
Em cal si et cal a tu. Et cal?
Si no et cal et caldrà.
Quan el poeta canta és millor dormir,
i somiar,
quan el poeta canta és millor callar,
i cantar amb tu, dona estimada,
dona espantada.
(La dona espantada, El peletero, 4 de gener de 2008)
Cuando el poeta canta es mejor enmudecer y escuchar. Como cuando papá me mira.
Mudo.
Él siempre me da las palabras para respirar, con ellas y el aliento de la mañana tengo suficiente para vivir, amarte y recordarte.
¿Suficiente para vivir?, ¿padre?, ¿madre?, ¿hermano?, ¿amigo?, ¿pájaro?, ¿bestia?, ¿flor?, ¿árbol?,/…
¿mármol?
¿Es ciertamente suficiente, hija mía?, ¿hermana?, ¿amiga?, ¿amante?, ¿niña?, ¿río?, ¿nube?, ¿mar?, ¿camino?,/…
¿berbiquí?
¿Lo es?, o ¿no lo es?, o…, ¿necesito tu incesto?
Lo necesito si lo necesitas tú. ¿Lo necesitas?
Si no lo necesitas, lo necesitarás.
Cuando el poeta canta es mejor dormir
y soñar,
cuando el poeta canta es mejor callar
y cantar contigo, mujer amada,
mujer asustada.
(La mujer asustada, El peletero, 4 de enero de 2008)
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¿De qué puede estar asustada una mujer?(Patti Smith, fotografiada por Robert Mapplethorpe, 1976)
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De muchas cosas sin duda.
La primera de ellas es de mí, si yo fuera su compañero, su amigo, o su padre, o bien su tío, quizás su hermano, su hijo, aquel vecino, o su esposo, pero… yo no tengo mujer, ni… tampoco nada que se le parezca.
¿A qué se parece una mujer?
Lo más parecido a una mujer es un hombre, y viceversa, pero yo tampoco soy una mujer.
Así pues, ella no puede estar asustada de mí, ni siquiera me conoce, no sabe ni que existo.
Entonces… ¿de qué lo esta?, ¿de quién lo está?
Yo no lo sé, aunque sé una cosa y la otra la sospecho.
La primera es que efectivamente está asustada.
Y la segunda es que me temo que lo esté de ella misma.
Pero…, yo no tengo mujer, ni…, tampoco nada que se le parezca…
…quizás entonces, esa circunstancia, esa soledad mía, me lleva al error, y la muchacha de la fotografía, esa mujer que vemos desnuda, solamente tenga frío, nada más, y que ése sea el motivo, la sencilla y la simple razón de acercarse tanto al radiador de la calefacción.
Pero ése no sería un error grave; desde un punto de vista poético no lo sería, desde un punto de vista gramatical tampoco, y desde un punto de vista psicológico todavía menos. Apenas deberíamos de cambiar la palabra “asustada” por “helada”, solamente eso.
Tal vez con ello incluso ganaríamos en ambigüedad semántica, en polisemia literaria, en simbolismo poético.
Así, la pregunta sería fácil de responder, preguntaríamos:
¿De qué puede estar helada una mujer?
Y responderíamos:
del frío.
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