lunes, 29 de junio de 2009
El peletero/Glosas: Conversaciones con una lagartija (4)
25 Junio 2008
5 de mayo
Siempre me adviertes que no tienes memoria, que olvidas fácilmente las cosas, los hechos y los seres con los que te encuentras. Que vienes a mi casa por alguna razón que desconoces, y que no me preocupe. Incluso balbuceas alguna palabra de catalán y me dices sin sonreír, los reptiles nunca sonreís, que no “m’amoïni”, te gusta esta expresión catalana, “amoïnar-se”, que no se puede traducir exactamente por “preocuparse”, es más bien algo así como quitar el sueño. Yo no lo hago, no “m’amoïno”, pero me sabe mal que no recuerdes apenas nada, me respondes que esa es una circunstancia natural en los reptiles, aunque a mí, ya lo sabes, me importa un higo la naturalidad de las cosas. Me dices también que los humanos siempre hablamos de “ese cerebro de reptil” como sinónimo de instintos bajos o cosas peores, comportamientos robotizados. Te pregunto si te ofenden tales expresiones y me respondes que no te acuerdas. Yo me río, pero me entristezco. No sé si los reptiles tenéis sentido del humor o simplemente respiráis así. ¿Cómo?, preguntas. Con ironía, te respondo. Y entonces mueves la cola y algo la cabeza, sacas la lengua y parpadeas. Creo que esta es tu manera de reír. Entonces soy feliz, no sé si tú también, pero yo al verte mover me siento feliz. Entonces me preguntas por el Gordo, y yo te respondo que mis cuatro lectoras, pues no tengo más de cuatro, aunque son las mejores, ya deben de estar un poco cansadas de tanta carne mal colocada, de tanto Gordo, de su sarcasmo, y de sus aventuras tan tristes con las mujeres que se encuentra. Y tú respondes que te importa poco lo que puedan pensar mis lectoras, entre otras cosas porque ignoras qué es eso, una lectora. Al hablarme así pienso que a mí me sucede algo parecido, pues yo también ignoro, en este caso, lo que es un lector, masculino quiero decir, y eso me lleva a preguntas que no tienen respuesta.
He de explicarte, porque insistes en saberlo, que Brigitte y Natalia han sido las dos únicas mujeres que han pedido ayuda a mi protagonista, a esa bola de grasa, y que le han aceptado tal y como es, aunque ambas lo han hecho de maneras distintas y con resultados también diferentes. Eso desconcierta a El Gordo que nunca ha sido querido por nadie excepto por su dinero, claro. Ellas dos son las únicas.
Es cierto, el alma de Brigitte es igual que su cuerpo, generosa, amplia, almohadillada, es una Venus prehistórica, es una cueva telúrica vuelta del revés como un calcetín, sus volúmenes son escondites y la oscuridad que en ellos hay son antorchas.
Pero ya deberías saber que toda moneda, tiene dos caras. El Gordo ya sabe que está muerto, y que se sepa, los muertos no resucitan. Aunque tú, con un sentido del humor curioso o casual, me hablas de las colas de lagartija, que vuelven a crecer y que los pedazos cortados parecen tener tanta vida como los gallos degollados.
27 Junio 2008
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