viernes, 13 de marzo de 2009
El peletero/Poesía fría-El primer sueño (2 de 4)
11 Diciembre 2007
Gran Elegía a John Donne
La primera frase de la “Gran elegía a John Donne” dice:
John Donne se ha dormido, como todo el lugar.
Y continúa…
Paredes, suelo, cuadros, la cama se han dormido;
se han dormido mesa, ganchos, pestillos, alfombras,
ropero, aparador, la vela y las cortinas.
Somos humanos, y gracias a esta condición, tenemos la gran fortuna de poder disfrutar de grandes prodigios, ideados y construidos con nuestras propias “manos”, pues ellas son la directa terminación de nuestras neuronas.
Todo se ha dormido. Vaso, botellón, jofainas,
el pan y su cuchillo, platos cristal y loza,
armarios, quinqué, vidrios, lencería, el reloj,
escalones y puertas, La noche alrededor.
Alrededor la noche: en rincones, ojos y ropa,
en la mesa, entre el papel, en el texto del discurso,
en sus palabras en la leña, en las pinzas y el carbón
del apagado hogar, en cada objeto.
A lo largo de nuestra vida, por larga que sea, nos es difícil saber algunas cosas claras y tener otras seguras. Escasas y siempre insuficientes llegan a ser las riquezas de nuestro conocimiento, entre ellas quizás la velocidad de la luz en el vacío, el número pi, la constante gravitacional de Newton, o la constante de Plank, y muy pocas más.
En otro ámbito no tan distinto al primero, aunque lo pueda parecer, podemos señalar también como algo raro pero claro y seguro a Las Meninas de Velázquez, las pirámides de Gizah, las obras de Homero y de Shakespeare, la música de Mozart…
Y naturalmente también, la “Gran Elegía a John Donne” del Premio Nóbel ruso Joseph Brodsky, en ruso Iósif Brodski.
En la camisa, las botas, las medias, las sombras
del espejo, en la cama, en un respaldo de silla,
de nuevo en la jofaina, el crucifijo, las sábanas,
en la escoba de la entrada, en los zapatos. Todo se ha dormido.
Se ha dormido todo. La ventana. Y la nieve en la ventana.
El ala blanca del tejado vecino. Como un mantel
en su remate. Y todo el barrio entró en el sueño,
cortado a muerte por el marco de la ventana.
Se han dormido muros, arcos, tragaluces, todo.
Adoquines y topes, jardines y rejas.
Ni un destello, ni el chirrido de una rueda…
Empalizadas, adornos, cadenas, postes.
Se han dormido puertas, argollas, pomos, ganchos,
candados, cerraduras, sus llaves, los pestillos.
En parte alguna se oye un golpe, murmullo o susurro.
Sólo la nieve cruje. Todos duermen. El alba queda lejos.
Ello es así, aunque nuestra vida no dependa de saberlo. El poema podría no existir y el mundo continuaría siendo el mismo que conocemos. ¿Y nosotros?, ¿sufriremos alguna transformación al leerlo?, ¿el poema nos cambiará?, ¿para mejor?, ¿para peor?
Duermen las prisiones, las torres. La báscula
duerme en la lonja. Duermen las canales de cerdo.
Las casas, los patios traseros. Duermen los perros guardianes.
Duermen ratas y gente. Londres duerme profundo.
Duerme el velero en el puerto. El agua nevada
bajo el casco silba en sueños,
fundida a lo lejos con el cielo dormido.
Joseph Brosdky nació en Leningrado el 24 de mayo de 1940 y murió en Nueva York el 28 de enero de 1.996. Le fue concedido el Premio Nóbel de Literatura en 1987, con apenas 47 años.
John Donne se ha dormido. Y el mar con él.
Y la orilla de yeso sobre el mar se ha dormido.
Duerme entera la isla, envuelta en un solo sueño.
Y tres aldabas cierran cada jardín.
Duermen arces, pinos, hojarancos, piceas, abetos;
las laderas del monte, sus ríos, los senderos.
El zorro y el lobo. El oso está en su lecho.
La nieve cubriendo toda la madriguera.
Y duermen las aves. Su canto no se oye.
Del cuervo no suena el graznido, es de noche,
no hay risas de lechuza. Callan los llanos ingleses.
En 1972 pudo salir de la Unión Soviética, después de vivir una deportación a una granja colectiva en 1964 y sufrir un juicio por mantener su independencia de criterio. La acusación fue la de “parasitismo”. Murió en la Gran Manzana y sus cenizas según parece, se hallan, por voluntad propia, en Venecia. No sabemos si en una urna depositada en algún gran palacio veneciano, mitad Roma, mitad Constantinopla, o en el fondo de sus aguas.
Brilla una estrella. Avanza el ratón con su condena.
Se ha dormido todo. En ataúdes yacen los muertos.
Duermen en paz. Los vivos en sus lechos
duermen sumidos en el mar de sus camisas.
Uno a uno. En un profundo sueño. Abrazados.
Todo se ha dormido. Duermen ríos, montes y bosques;
fieras y aves, el mundo muerto, los seres vivos.
Sólo la nieve blanca cae del cielo en la noche.
Pero también allá hay sueño, sobre las cabezas.
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