sábado, 14 de febrero de 2009
El peletero/El hijo de los otros
24 Octubre 2007
Para aquél al que escuchan los dioses
Querido Telémaco,
La Guerra de Troya
ha terminado. No recuerdo quien venció.
Los griegos debe ser: los griegos, quién si no,
puede dejar en tierra extraña tantos muertos…
Pero… ni yo soy Ulises, ni tú eres Telémaco.
Tú ya tienes a tu padre y yo no tengo hijos. Ni hijas.
Pero te he buscado toda mi vida, como si hubieras olvidado tu nombre en alguno de mis bolsillos, aunque ya sé que lo tienes, y que al llamarte con él acudes, y al preguntarte respondes.
Y sé también cuál es el que tus padres eligieron para ti, y con el que deberás vivir orgulloso el resto de tus días, si no te vuelves loco, ni matas al lobo.
Pero no era el mío, tu nombre en mi boca hubiera sido otro.
No recuerdo ya cómo acabó la guerra,
Ni recuerdo cuántos años tienes hoy.
Te hubiera llamado Antonio o bien Alejandro o quizás Julio o también Carlos, todos emperadores.
O Alberto, bárbaro, germánico, santo y sabio.
O con un nombre de lugar, así sabrías la cueva que algún día deberás pintar con caballos y toros, con búfalos y lobos. Y de dónde sale esa agua, esa fuente que calmará tu sed.
Te hubiera podido entonces llamar Altamira, poderoso nombre, lleno de esperanzas y horizontes.
Aunque yo seguiría siendo lo que soy, nada tuyo, y tú sí algo de mí.
Porque ya lo eres, y lo eres porque lo fuiste, y yo no lo soy porque nunca lo fui.
Pero si lo hubiera sido, me llamarías por mi nombre, y al hacerlo te respondería, y acudiría a tu lado para acompañarte.
Hazte hombre, Telémaco, y crece.
Sólo los dioses saben si hemos de encontrarnos.
Tampoco ahora ya no eres el chiquillo
ante el cual detuve aquellos toros.
Porque sí, detuve toros ante ti, con un simple pañuelo rojo sangre y una espada roma de torero corneado.
¿No lo recuerdas?
Claro, lo viste, pero nadie te lo ha contado.
Ni te lo contará jamás.
(Los textos en negrita son pedazos arrancados por mi, del poema “Ulises a Telémaco” de 1972, de Joseph Brodsky)
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2 comentarios:
Te leo y apenas entiendo.
Quizás porque quiero verte detrás de lo que escribes.
Pero mi imaginación es escasa.
Apreciado Pedro, quizás no leas esta respuesta a tus palabras, pero eso no tiene demasiada importancia. No me busques detrás de los que escribo, ni a mí ni a nadie y mucho menos a ti mismo. Todos estamos en las mismas palabras. Da igual la imaginación que puedas poseer, olvídate de ella, es la peor enemiga de la literatura, la escrita y la leída.
Este texto es un humilde recordatorio del hijo de una mujer, yo supe de él y él nunca supo de mí. Todo lo demás, siendo verdad, es adorno.
Gracias por tu visita.
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