jueves, 25 de septiembre de 2008

El peletero/Cassius Clay



17 Enero 2007

El nuestro es un mundo que confunde en demasiadas ocasiones la gloria con la fama. La primera pertenece a los héroes, la segunda a los humanos. La fama es la mera opinión común y compartida que muchas personas tienen de alguien por lo que es o por algo que ha hecho. El escándalo es la variante ofendida, hipócrita o sincera, de la fama. La gloria, en cambio, se obtiene después de realizar una misión imposible para todos los demás, tarea para la que se está predestinado y frente a la cual el héroe no puede eludir llevar a cabo. Triunfará o fracasará en su resolución que es inevitable por ser ineludible.

Cassius Marcellus Clay conoció la gloria, Mohammad Alí, en cambio, la fama y el escándalo, empezando por ese mismo cambio de nombre, al considerar que el repudiado lo era por ser el de un esclavo, y el del Profeta, en cambio, el de un hombre libre. Aunque así fuera, haber mantenido con orgullo el que le dieron sus padres hubiese sido un desafío todavía más valiente, aunque sin duda no más molesto. Muchos de sus primeros admiradores nunca llegamos a entender esta sustitución por innecesaria, su propio ímpetu podía defenderlo sin disfraces culturales. En aquellos años, la lucha de la minoría negra (afro-americana ahora), pasaba por la renuncia explícita a los pilares de la civilización norteamericana.

Persona tan inteligente como controvertida, siempre ha estado rodeado de interesante y viva polémica. A la admiración, el amor, el desprecio y el odio que suscitaron entre sus compatriotas sus opiniones y decisiones, hay que añadir ahora la compasión y la admiración que provocan su lucha contra la enfermedad del Parkinson que castiga sin misericordia ese cuerpo suyo de Titán que en su día fue un portento. Versificador nato, superdotado de mente y materia, sabía usar las palabras tan magistralmente como sabía usar sus puños y su arrogancia sin límites, que desarmaban y derrotaban a sus oponentes antes de subir al ring, vencidos de antemano por aquel hijo de africanos cautivos que durante un corto instante amaron los dioses. El suficiente para encumbrarlo a su lado.

En el fondo, fue un espléndido héroe con los pies de barro porque engalanó su olimpo con las luces equívocas y cegadoras de la fácil corrupción mediática. Los héroes modernos no disponen de Homeros a su servicio, a lo sumo del chasquido del neón y de los rayos catódicos, que con una facilidad pasmosa convierten la gloria en fama.

Nunca más veremos su cuerpo imponente, pesado, ligero y bien formado, “revolotear como una mariposa y aguijonear como una avispa”. Nunca más. Eso sucedió el 25 de febrero de 1964 en Miami Beach, Florida, cuando Cassius conquistó por primera vez el título de los pesos pesados frente al grandísimo Sonny Liston. Jamás tal proeza volverá a ocurrir.

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