martes, 29 de julio de 2008
La libreta de Miltón
4 Octubre 2006
Milton guardaba todo su mundo en una libreta tan pequeña que le cabía en el bolsillo superior izquierdo de su camisa. Agenda, diario, fichero, libro de contabilidad, bloc de notas y que sé yo qué cosas más. Todo le cabía en aquella minúscula libreta. No tenía ordenador, y ni mucho menos agenda digital, y su despacho estaba siempre limpio de papeles que no fueran el periódico del día, los pañuelos de celulosa que casi nunca usaba y una pequeña provisión de rollos de papel higiénico que guardaba en un armario. Naturalmente yo me sentía intrigado, ¿cómo podía aquel hombre que era rico, no sé si mucho o bastante, mantener aquella minúscula administración? Para averiguarlo nada mejor que preguntárselo directamente, aun sabiendo que podía ser indiscreto. Milton, la lógica que hay en tu libreta debe valer mil veces más que toda tu fortuna, ¿me equivoco?, no quiero conocer el secreto, pero dime si es así. Fue la primera vez que le vi sonreír espontáneamente. Normalmente tenía que coger unas tenazas, asir con ellas la comisura de sus labios y tirar con fuerza hacia arriba. Pero esta vez no, no hizo falta, me sonrió, me miró y me dijo que estaba equivocado. No hay ningún secreto, ni ninguna lógica que valgan millones. ¿Pero cómo lo haces entonces?, le repliqué. ¿No te has fijado?, me contestó, Sólo uso lápiz y goma de borrar. El secreto, si así lo quieres llamar, sólo consiste en saber qué has de borrar y cuándo has de hacerlo, nada más. ¿Sorprendido?, los secretos, en el mejor de los casos, cuando se desvelan siempre son así, decepcionantes, afirmó. Aunque a veces, sólo a veces y al cabo del tiempo, son algo más, nunca se sabe. Quizás algún día la vida te dé la oportunidad de saber para qué sirve una goma de borrar.
Desde entonces han pasado muchos años y al final lo he sabido, aunque para ello haya tenido que ir a parar a los cuidados intensivos de un hospital, condenado a la pena capital por un maldito tumor. Todas las terapias a las que me han sometido han fracasado. Pronto seré ejecutado y eliminado sin compasión con una simple y humilde goma de borrar. ¿Decepcionado?, no lo sé, pero no os tardaré en responder, aunque tal vez ya no me podáis oir.
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