sábado, 26 de julio de 2008

El peletero galáctico



27 Septiembre 2006

Las órbitas cercanas a la tierra se están llenando de telescópicos satélites que no paran un segundo de escudriñar el cielo, rastrearlo y barrerlo en todas las longitudes de onda posibles para confeccionar los más exhaustivos y detallados mapas celestes.

Según parece, el cielo que se encuentra encima de nuestras cabezas contiene una variedad enorme de objetos diversos, algunos de los cuales aun nos son absolutamente desconocidos. Desde brillantes y sencillas estrellas de la llamada secuencia principal como nuestro querido Sol, hasta los tenebrosos y paradigmáticos agujeros negros. Nuestros ojos perforan el cielo hasta el mismísimo principio de todo, en un curioso y sorprendente viaje en el tiempo. Siempre hacia atrás, directos al pasado que nos alumbró en un espectacular descorche de champaña.

Mientras tanto, las naves terrestres empiezan a surcar los cielos negros. Pocas son las que se han atrevido hasta ahora a aventurarse más allá de Plutón, con mensajes de buena voluntad para posibles encuentros con quién sabe quién. Abandonadas a su suerte, se alejan en este pozo perfecto como las botellas de un naufrago esperanzado o desesperado. Los cabos se han soltado y la noche las ha acogido.

Dentro de poco volveremos a la Luna, llenaremos nuestras órbitas más cercanas de turistas millonarios y pondremos el pie en el frío Marte. Pronto también volveremos a cartografiar el infierno de Venus, mientras de paso echamos una ojeada al misterioso y prometedor Titán, haciendo, eso sí, una pequeña escala en la helada Europa.

Entre nave y nave surcando el más allá, en la tierra vamos construyendo enormes cañones circulares, microscopios gigantes, cada vez más grandes y poderosos. En ellos bombardeamos partículas atómicas contra partículas atómicas, como si fuera una autopista llena de conductores suicidas. Las colisiones desgarran el tiempo y el espacio, y de los pedazos rotos, de su destello y de su eco, intentamos reconstruir su morfología y sus cualidades. Como buenos médicos forenses, abrimos la materia en canal a golpes de hacha y martillo. Después, pesamos y medimos los despojos. En ellos vemos de qué pasta están hechas las cosas y a través de la luz que desprende el polvo que cubre nuestras manos, pretendemos también ver qué cosas maravillosas hubo antes de que hubiera algo.

Esta es una aventura sin par, sin medida y sin fin.

El peletero “galáctico” pertenece al futuro, es un ser que aun no conocemos y que ni siquiera podemos vislumbrar. No sabemos nada de él, si sobrevivirá o no a mañana o a pasado mañana. Sólo la materia de la que están hechos los sueños le permitirá seguir adelante. Mientras continúe siendo fiel a ella, podrá, como hasta ahora, atravesar las nubes, cabalgar las estrellas y encaramarse hasta donde su alma lo lleve.

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