martes, 3 de junio de 2008
El peletero colérico
8 de mayo de 2006
La cólera es sin duda una virtud heróica, aunque muy a menudo es confundida con la ira que nada tiene que ver con ella. La ira, es junto con los otros seis, uno de los más terribles pecados, tal vez por que no depende de la voluntad y si en cambio de este cerebro de reptil que todos llevamos dentro. Tampoco debemos confundirla con el rencor que nace de la envidia.
La cólera, sin embargo, nace de la ofensa, del amor herido, del sentido de la justicia y la moral, circunstancias todas ellas sociales y por ello humanas. Y no es por casualidad que el tiempo de los humanos sea el resultado de la cólera de Dios, ni tampoco que Homero titulase el primer libro de su Iliada como la “Cólera de Aquiles”. Hemos de reconocer sin embargo que ambas dieron lugar a una venganza que terminó en una masacre, la de Dios aún continua. Pero eran otros tiempos, donde el castigo era tan justo como el perdón.
Ahora, en este siglo XXI que acabamos de estrenar, los peleteros, naturalmente, ni nos vamos a vengar, ni tampoco vamos a matar a nadie, por lo menos nada que tenga dos patas. Perdón por el sarcasmo, pero creo sinceramente que no debemos avergonzarnos de ello aunque algunos consideren la palabra “sacrificio” como un eufemismo de asesinato. ¿Para que algo viva algo ha de morir?, Lázaro lo supo cuando Le vio en la cruz. Pero como ya nadie resucita tampoco nadie cree que deba morir. ¿Y qué es eso que tiene que vivir, entonces? ¿Belleza?, ¿lujo?, ¿arte?, ¿tradición?, ¿buen gusto?, nosotros, nada más y nada menos, los propios peleteros, y no porque pensemos que el mundo será peor si no estamos en él, si no porque no nos da la gana representar el papel de condenados. Tanto llorar por las ballenas y nadie nunca ha llorado por los balleneros.
No nos lloremos pues a nosotros mismos, ofendámonos, escandalicémonos, pero no nos lamentemos, pues al fin y al cabo tampoco somos ni una casta, ni formamos ninguna estirpe que merezca ningún privilegio especial, ni siquiera el de existir. Ellos se lo pierden. O no.
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